Es necesario enseñar los métodos que
permiten aprehender las relaciones mutuas y las influencias recíprocas entre
las partes y el todo en un mundo complejo.
Edgar Morin, Los 7 saberes necesarios para la educación del futuro.
Los jóvenes del siglo XXI.
Desde
hace 30 años la dinámica social ha cambiado mucho en todas sus esferas: el
ambiente familiar, el laboral, el vecinal, el institucional y el educativo. Los
jóvenes del siglo XXI, bautizados como milenians,
crecen en un mundo que es un poco ajeno a quienes crecimos a finales del siglo
XX. Cuentan con otros referentes identitarios, culturales, e históricos. Los
contenidos disciplinare s (para el caso de materias como Historia de México o
Ciencias Sociales) pueden parecer ajenos debido a que no se enlazan con
referentes propios. Las tecnologías han ampliado sus horizontes, y aunque
muchos docentes se niegan a caminar por tan vastas praderas informáticas e
informativas, éstas son el paquete con el que nacen, crecen y se desarrollan
las nuevas generaciones. Este contexto hace necesario que se modifiquen
distintos elementos que se encuentran alrededor de la educación de las y los
jóvenes. Así, no es suficiente con reelaborar planes y programas de estudios,
con sugerir e implementar estrategias pedagógicas o actualizar las estrategias
de trabajo del personal docente: se hace necesario que cada uno de los que
estamos frente a grupo desarrollemos una serie de habilidades para poder
cumplir con dos objetivos: 1) proporcionar herramientas suficientes a las y los
jóvenes para que ellos se lancen al infinito espacio del conocimiento y la
información, con una conciencia crítica, y 2) hacer que el trabajo en el aula
sea el parteaguas para que lo anterior se cumpla.
Las nuevas necesidades pedagógicas.
La formación de individuos integrales, con
una conciencia crítica, capaz de detectar, proponer y desarrollar alternativas
de solución a situaciones personales o colectivas es una necesidad de las
nuevas generaciones. No es suficiente que los estudiantes adquieran un
conocimiento disciplinar, sino que es indispensable fomentarles la idea de
saber qué hacer con él. El conocimiento es poder, entendido éste como la
capacidad o facultad para hacer o no determinada cosa. En la toma de decisiones
poseer información, poseer conocimientos, es indispensable para cada contexto,
es decir, debe servirnos para algo, para nuestros fines, para diferentes
momentos de la vida de las personas. Y por ahí se debe reorientar el enfoque
por competencias, aplicado en distintas partes del mundo con diferentes
resultados.
Otra
necesidad pedagógica es que los jóvenes
relacionen su contexto con el conocimiento disciplinar (cualquiera). Los estudiantes
ven con distancia muchos de los saberes impartidos en el aula, la manera de
exponer los conocimientos por parte del personal docente muchas veces es ajena a
su realidad. Cuando no hay relación entre lo que se ve en el salón con la vida
cotidiana, hay un desconcierto. Frases como “eso no me sirve para nada”, “pero
si yo quiero estudiar medicina para qué Historia”, “es muy aburrido, no creo
que lo ocupe alguna vez” son comunes entre los estudiantes. Es por esto que
debemos buscar las formas de dirigir un aprendizaje
situado y significativo, es decir, meter en el contexto de nuestros
estudiantes el conocimiento disciplinar, de manera que pueda ser útil, práctico,
y así quede grabado para utilizarlo cuando sea requerido. Para anclar el
conocimiento podemos hacer uso de metáforas que indiquen la utilidad de nuestro
conocimiento. Por ejemplo, quizá la anatomía o la geografía no me interesen
mucho, pero en el cuerpo de la persona que amo o en los lugares a los que voy
de viaje, seguro voy a reconocer muchas cosas de esos temas y disciplinas que
parecen alejadas. Responder a la pregunta “¿para qué me sirve el conocimiento?”
es fundamental para un aprendizaje situado.
Buscar
una formación multidisciplinaria y un
pensamiento interdisciplinario es otra necesidad pedagógica. Los jóvenes se
preocupan mucho por actividades laborales y aunque vieja, y tal vez
cuestionable, la idea de ascenso social, mediante la preparación académica, sigue
vigente. Cada contexto espacial, social,
cultural, económico, temporal requiere que las personas desarrollen diversas
capacidades y saberes, con las que se tiene una mayor probabilidad de generar un
bienestar a nivel social, familiar e individual. Aunque formado en una
disciplina, puede hacer uso de herramientas de otras para poder ampliar su
panorama laboral. Las y los jóvenes al egreso de sus estudios se plantean, “Estudié
Biología, pero de momento no encuentro trabajo como biólogo, pero aprovecho mi
habilidad que tengo para escribir, y mando algunos textos a revistas de
divulgación, o propongo realizar una sección de cosas sobre mi disciplina en un
programa de radio”. No se trata de ser “todólogos”, se trata de contar con
diferentes herramientas que nos proporcionan todas las disciplinas, para
ampliar nuestro panorama laboral y económico. Para cumplir esta circunstancia,
el personal docente y directivo tiene que reorientar el trabajo entre las
diversas academias, para que haya comunicación entre los profesores que trabajan
con los mismos grupos. Y también se requiere que el personal docente adquiera
herramientas que permitan trabajar la interdisciplina. Hacer complejo lo
simple, para ampliar nuestro abanico laboral, académico, empresarial, familiar
y social.
La construcción del conocimiento[1] de
manera grupal, dentro del aula, es otra necesidad pedagógica de las nuevas
generaciones. Trabajar en el aula construyendo entre todos, literalmente, el
conocimiento permite que las y los jóvenes adquieran seguridad y fortalezcan su
autoestima, dos elementos indispensables para su vida académica, familiar y
laboral. En este sentido también es importante fomentar la idea de que hay muchas tendencias en el conocimiento,
es decir, enfatizar, por ejemplo, en que la realidad social no es la misma para
todos, y que lo que puede ser positivo para alguien, puede ser negativo para
otro, esto sin invalidar ninguna de las dos posturas.
A
partir de esto, surge otra necesidad pedagógica de los jóvenes del siglo XXI: proporcionar una educación para la paz, la
equidad y el respeto. En este mundo cada vez más interconectado, día a día
aprendemos y conocemos cosas nuevas, nuevas formas de ser, nuevos estilos,
nuevas modas. Aprender a respetar, a convivir y a construir con esas diferencias
es de vital importancia para una sociedad donde la diversidad es cada día más
visible. Fomentar el conocimiento y uso de los derechos humanos en el aula promoverá
en los estudiantes un comportamiento ético y una actitud respetuosa frente a la
diversidad social. De igual manera, que las personas se conozcan y se reconozcan
como sujetos de derechos, fortalecerá su autoestima, entendida ésta como la
capacidad de reconocer las propias fortalezas y debilidades, la capacidad de
reconocer lo que se sabe y lo que se desconoce y de lo que se requiere saber
para poder desarrollarse en los diferentes ámbitos de la vida. Además, la
autoestima, en el alumno, le permitirá se empático con sus pares.
El binomio tecnología-educación es
otra necesidad pedagógica de las nuevas generaciones. Se debe fomentar la idea
de que el internet y las redes sociales pueden ser algo más que meros
instrumentos de diversión y socialización. Utilizar estas tecnologías para
construir wikis, blogs, páginas web2, web 2.0, foros con contenidos académicos
y de divulgación; organizar debates en Facebook, utilizando las reglas de
socialización de respeto; utilizar Whastapp para intercambiar información
escolar; utilizar el correo electrónico para establecer comunicación, en fin,
reorientar la función de las tecnologías informáticas y de la comunicación para
acceder al conocimiento académico. El acceso abierto al conocimiento científico
es un derecho que las y los alumnos deben saber que poseen y que pueden
ejercerlo.
El papel del docente.
Los
docentes de hoy en día debemos contar, además del conocimiento de nuestra
materia, con instrumentos pedagógicos que nos permitan generar empatía con las
y los jóvenes, adentrarnos en sus problemas para visibilizar cuáles son los
posibles obstáculos que interfieren en su desarrollo cognitivo. Es
indispensable que seamos empáticos, respetuosos, desprendernos de aquellos
elementos que de una manera u otra impiden que nuestra labor formativa sea
efectiva.
¿Educador o facilitador? Los
docentes tenemos que construirnos como facilitadores del conocimiento, es
decir, como aquellos que muestran las vías por las cuáles se puede acceder a él
a través del aprendizaje. Para ello, independientemente de nuestra disciplina,
es indispensable contar con distintas herramientas psicopedagógicas
(habilidades socioemocionales) que nos permitan ejercer ese papel de manera
positiva. Formarnos como talleristas más que como docentes tradicionales,
construyendo el conocimiento de manera conjunta con los estudiantes, tomando en
cuenta su contexto y atendiendo a los distintos estilos de aprendizaje y a las
inteligencias múltiples. Conocer aspectos como los intereses, retos, estados de
ánimo, capacidades y habilidades de nuestros estudiantes nos permitirá
entenderlos mejor, y apoyarlos o reorientarlos en su toma de decisiones.
¿Es el docente el psicólogo del alumno? No.
No se trata de convertirnos en eso, pero sí de tener ciertas herramientas que
nos permitan interactuar mejor con los jóvenes y aterrizar nuestra labor, que
en última instancia, es formar a esos jóvenes que son quienes pueden construir
una sociedad mejor. Es indispensable contar con herramientas que nos permitan
reconocer los obstáculos que impiden el anclaje del conocimiento, el
reconocimiento de éstos nos conducirá en la creación y aplicación de
estrategias que reviertan el tedio y la desvalorización de la importancia de la
educación. Lo que ha caracterizado las últimas décadas es el sexismo, la
discriminación, el machismo, la trata sexual, la desvalorización de las
juventudes desde una visión adultocéntrica, la homofobia y otras formas de
expresión de violencia, son las pautas que rigen la convivencia en el ámbito
escolar, entrelazados con las relaciones que se establecen en el familiar, en
el laboral o de pareja. Tenemos que empezar a ver la educación y nuestro papel
más allá de la trasmisión del conocimiento disciplinar, vernos dentro del aula
como agentes potenciales del cambio social.
La atracción del conocimiento es el
principal reto que tenemos los docentes. Las personas que gustan por estar
constantemente aprendiendo tienen un espectro más amplio de desarrollo
psicosocial. Debemos diseñar estrategias que atrapen a los estudiantes, que les
motiven el gusto por conocer más, que les resignifiquen el por qué de los temas que vemos dentro del aula. No
es algo fácil, porque tenemos muchos estudiantes y todos con distintos estilos
de aprendizaje. Pero ahí está precisamente el reto: reconocer el contexto
personal del alumnado y ubicarnos como agentes de cambio social, y no solamente
como meros transmisores del conocimiento.
La educación integral debe
guiar nuestro trabajo en el aula. Formamos seres humanos, con sentimientos,
emociones, formas de pensar distintas. Tenemos que ver que nuestra labor
influye en la vida de nuestros estudiantes, en su contexto familiar, social, de
noviazgo, en su salud. Nuestra sociedad requiere de individuos que sepan que
cada acción influye de una u otra manera en la dinámica social de la que todos
somos parte.
La constante capacitación de
los docentes, enfocada principalmente en la interdisciplinariedad y cuyo eje
pedagógico sea el ejercicio de los derechos humanos, garantizando la igualdad
de derechos y el respeto a la otredad (familia, amigas, amigos, compañeras,
pares) dará las herramientas pertinentes para cumplir con el objetivo de formar
personas críticas y propositivas. Insisto, no se trata de convertirnos en
todólogos, pero si de tener el conocimiento mínimo general para poder
establecer relaciones interdisciplinarias en los contenidos de nuestras clases.
Por ello es importante que se implementen y asistamos a cursos que sean de
otras disciplinas o interdisciplinarios.
Conocer un poco más a nuestros estudiantes es
uno de los mayores retos de nuestra labor. Son muchos, en ocasiones llegamos a
tener cerca de 400 estudiantes. La empatía es una herramienta indispensable que
necesitamos los docentes. Tenemos que comprender que nuestros estudiantes son
distintos a nosotros y distintos entre ellos mismos, que quizá viven contextos
difíciles y que por eso no tienen el rendimiento que deseamos que tengan. El
contexto influye, pero no determina. Una educación interdisciplinaria, integral
y contextual le permitirá a un estudiante reflexionar sobre las alternativas y
las herramientas con las que cuenta en la toma de decisiones que requiera para
su bienestar. En este sentido una biografía narrativa, construida con sus
palabras a partir de variables como expectativas laborales, cómo se ven a
futuro, intereses, tiempo de ocio y de estudio, pasatiempos, contexto familiar
y social, etcétera, arrojan información sobre nuestros estudiantes, que podemos
utilizar para mejorar nuestra labor.
La docencia es una experiencia de
transformación. Los docentes tenemos que resignificar el
sentido de la educación y del aprendizaje. Todos somos parte de la sociedad. La
formación que demos a los estudiantes repercutirá en esa misma sociedad. Somos
una parte importante en la generación y regeneración social. Influimos en la familia,
y a través de ella en la sociedad. Generamos y transmitimos valores sociales.
Cumplimos en la totalidad social una importante función integradora. Hay que
vernos como los agentes de cambio que somos. Formamos y transformamos ideas,
conciencias, personalidades, individuos. Esos individuos forman y transforman
nuestra sociedad. El presente es construido por el pasado, y el futuro será
construido por el presente. Nosotros somos el presente. Nuestros estudiantes lo
son. Ellos construirán el futuro. La responsabilidad social es grande, así
debemos plantearlo. No es sólo llegar al aula y platicar-enseñar sobre los
temas, nuestro trabajo va a influir en el pensar y el actuar de nuestros
estudiantes. El contexto actual es complejo y difícil. Hay dificultades laborales,
violencia, suicidios, deserción escolar, embarazos no planeados, trata sexual,
violencia entre pares, violencia de género, apatía ciudadana, etcétera. Debemos
pensarnos como docentes con un fuerte compromiso social, como agentes de cambio
en un nivel importante de acción. Nuestra labor como docentes debe ser
transformadora, debe influir en que nuestra sociedad cada día sea mejor.
[1] Nos referimos a las ideas de las teorías
constructivistas, que enfatizan que el conocimiento se construye a partir de la
realidad de cada persona.