La
pandemia de covid-19 ha puesto sobre la mesa distintas cosas que ya estaban
destinadas a modificar la vida cotidiana hasta ahora conocida. Trabajo,
convivencia familiar, higienización y control de espacios públicos y privados,
recreación y esparcimiento y, por supuesto, la educación. Hoy más que nunca se
ha visto la necesidad de implementar estrategias que orienten a hacer de los
espacios virtuales aulas intangibles que fortalezcan y desarrollen las
capacidades cognitivas de nuestros estudiantes. Este panorama involucra a
cuatro generaciones, distintas ellas por el ambiente sociocultural en que se
desarrollaron, pero coincidentes también, al menos, en la enorme absorción que
la tecnología ha dado a los tiempos en que convivimos esas generaciones, que abarcan
a los que hemos nacido desde los 50 del siglo XX, hasta la primera década del
siglo XXI, es decir, personas que tenemos entre 70 y 11 años. ¡60 años separan
a los extremos!, mientras que las dos de en medio son, por decirlo de alguna
manera, la generación sándwich.
La
creación de una ecología educativa virtual es necesaria para los nuevos
tiempos. No implica la disolución total del anterior modelo educativo
presencial, sino que se coloca de manera paralela para convivir con él.
La educación en línea,
ventajas y desventajas
La
educación en línea tiene ciertas particularidades, es decir, tanto el docente
como el estudiante deben tener ya determinadas competencias para poder
desarrollar sus funciones. Estas competencias, aunque parezca paradójico, no se
adquieren de manera virtual, o por lo menos se desarrollan mejor si antes, en
la educación presencial, vamos introduciendo las herramientas virtuales de aprendizaje,
es decir, establecer una especie de propedéutico para la educación virtual desde
la educación presencial. Los jóvenes viven con la tecnología, la utilizan
diario, les es imprescindible para comunicación e interacciones (redes
sociales) y distracción (videojuegos, Youtube), pero no la ven como una
herramienta que permite desarrollar aprendizajes y adquirir conocimientos, es
decir, como una herramienta cognitiva. Los docentes, por el otro lado e
independientemente de su generación, también convivimos día a día con la
tecnología, pero tampoco la hemos desarrollado en la cotidianidad como factor
importante para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Aprender a aprender, desde
las TIC, es algo que nos corresponde a los que estamos en ambos lados.
Sacando provecho a las TIC
La
capacidad digital, aquella que permite el dominio de los recursos digitales, puede
ver en cada recurso de las TIC un potente medio para la adquisición de
conocimiento: cursos en línea, tutoriales, presentaciones, recursos multimedia
interactivos, museos virtuales, revistas electrónicas, videodocumentales,
libros electrónicos, podcasts, etcétera, son una fuente inagotable no sólo para
la adquisición de saberes, sino también para la construcción de los mismos.
Estas herramientas no sustituyen de ninguna manera al docente, por lo menos no
en estas generaciones, sino que pueden en gran medida facilitar la tarea de
comprensión de algunas cosas que no alcancemos a explicar. Las TIC son medios,
instrumentos, que pueden apoyarnos en nuestra tarea de promover el aprendizaje,
es decir, las TIC por si mismas no son más que medios de entretenimiento, y
somos nosotros, los docentes, quienes en un primer momento podemos reorientar su
utilidad. Para esto, los docentes tenemos que pensar que estos elementos son ya
partes de nuestra vida, no de ahora, sino desde hace 30 años. Desarrollar en
nuestros alumnos una zona de desarrollo próximo respecto a las TIC implica que
los docentes dominemos por lo menos su utilidad en nuestras pedagogías.
En el
caso de los estudiantes, nuestra guía para hacer de las TIC recursos que
fortalezcan su desarrollo cognitivo es indispensable: aunque “traigan el chip
pegado”, ese chip no viene formateado para que se consideren las herramientas
tecnológicas y virtuales como herramientas cognitivas, es decir, como una (o
la) nueva manera de adquirir conocimiento.
No es
que las tecnologías sean complicadas o complejas, en muchas de ellas la
interfaz es tan amable que permite al usuario navegar sin mayores dificultades.
Los muros
Así
como con los estudiantes, los docentes utilizamos las TIC para comunicarnos y
distraernos, pero poco las hemos potencializado como herramientas de desarrollo
cognitivo. Ello se debe a distintas causas: no entendemos muy bien la
tecnología (por cuestiones de poca familiaridad con los dispositivos y apps), no
pensamos que pueda ayudarnos, o no sabemos de qué manera nos puede ayudar. En
ocasiones la concebimos más como una enemiga que como una aliada. Pero a años y
medio de experimentar y adaptarnos, de manera forzosa, a la educación virtual, hoy
por hoy podemos decir que las cuatro generaciones ya tenemos tablas para el manejo
de las herramientas digitales. Pero hay un muro que sí es estructural, es
decir, trasciende los saberes sobre la educación virtual: los dispositivos
electrónicos y la buena conectividad. También en estos 16 meses nos hemos dado
cuenta de que la brecha digital hace aún más elitista la educación.
Las cuatro
generaciones que convivimos en este contexto de la educación virtual hemos
tenido contacto con la tecnología y su evolución durante nuestra vida, aunque
la era de las computadoras personales es de los años ochenta, las tecnologías
no han dejado de avanzar desde mediados del siglo pasado. Casi año y medio
después, los muros que nos impiden trascender a una buena educación virtual,
más que pedagógicos, son tecnológicos.
Las generaciones
No
comulgo con los nombres que han dado a las generaciones que han nacido de los
años 50 del siglo pasado a la primera década del actual, razón por la cual las
agruparé de la siguiente manera: primera generación, que nace entre 1950 y
1964; segunda generación, 1965-1979, tercera generación, 1980-1994; cuarta
generación 1995-2010. En estas cuatro generaciones que coincidimos, las tres
primeras somos docentes, pero la tercera también son estudiantes, y la última
son nuestros estudiantes. Para las dos primeras generaciones, la tecnología a
veces resulta incomprensible, no por lo difícil que sea trabajar con ella, ya
que muchas veces las aplicaciones son muy intuitivas, sino porque muchas veces
somos reacios a innovar en nuestro trabajo (y en nuestra vida cotidiana). Estas
generaciones somos parte de un mundo que se solidificó durante muchos años,
pero que a finales del siglo XX comenzó a ser cada vez más líquido, rompiendo
con lo que se creía firme. Crecimos en un mundo de certezas, estamos
acostumbrados a la “racionalidad”, a seguir caminos precisos y establecidos; no
nos gusta hacer brecha si ya hay varias veredas. Sin embargo, nos hemos ido
adaptando a los nuevos tiempos: cambiamos las radio consolas enormes de los años 60, por
los tocadiscos de los 70, que a la vez los cambiamos por los modulares de los
80, que a la vez… y así nos hemos ido adaptando a diversas tecnologías que
forman parte de nuestra vida cotidiana. Vimos nacer el nacimiento de la
televisión a color, y también el auge y desaparición de los grandes cines, pero
también conocemos las plataformas streaming y utilizamos Whatsapp para
comunicarnos. El contexto del uso de las tecnologías de manera masiva para la
educación, ya tienen al menos 25 años. Todas estas generaciones hemos convivido
directa o indirectamente con las tecnologías; si somos más o menos diestros no
es por la brecha generacional, sino porque no hemos enfocado el uso de esas tecnologías
al proceso de enseñanza-aprendizaje. Las primeras dos generaciones recordaremos
con toda claridad el uso de videocaseteras y videocasetes con contenidos educativos.
Era una nueva tecnología en su momento.
El barco
sale a flote
Contra
viento y marea, estas cuatro generaciones hemos salido avante de la fuerte tormenta
que produjo la pandemia de covid-19 en el océano de la educación. Cada generación
ha hecho lo que le corresponde, ha puesto un enorme esfuerzo para transformar
el espacio doméstico en aula virtual, ya sea para enseñar o para aprender. Existen
las frustraciones, por la mala conectividad, existe exclusión, porque no todos
tienen el mismo acceso a los medios, pero el barco, que tristemente ha perdido
miles de tripulantes, sigue a flote.
Dos generaciones
han egresado y dos generaciones han ingresado a esta modalidad. A pesar de las
declaraciones oficiales, no sabemos si el retorno a clases presenciales, aunque
se plantee de manera gradual y se adopte un sistema híbrido, vaya a ser un
hecho concreto para los próximos días. Lo cierto es que ese futuro que no tardaba
en llegar, llegó, no sabemos si para quedarse, o sea coyuntural a la pandemia. Por
lo pronto, hay que seguir con el barco a flote.
Héctor
García Montiel
3 de
agosto de 2021
2 comentarios:
Muy interesante, de hecho me gustaría conocer la bibliografía empleada en este artículo para saber más al respecto, muchas gracias.
Hola, casualmente vi este artículo desde una sugerencia de un grupo de facebook de pedagogía y quise revisarlo y el tema está muy interesante. Me gustaría saber qué autores me puede recomendar para seguir revisando este tema, pues me sirve para un proyecto que estoy realizando. Mil gracias. Saludos.
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