La apatía y
la política en los jóvenes.
Se ha argumentado que los jóvenes son apáticos
de la política porque están desencantados de la realidad que se desenvuelve en
ese ámbito, de sus protagonistas y de todo lo que gire alrededor de ello. “No
me interesa la política”, era la frase de una colega historiadora. También se
alega que las instituciones están alejadas de las realidades juveniles, y que
no hay programas sociales que los incluyan. Está última afirmación es cierta.
Pero la primera es cuestionable. Cierto es que todo lo que gira alrededor de la
“política” (así, entrecomillada) desencanta no sólo a los jóvenes, sino a
cualquiera. Pagamos impuestos que no se ven reflejados en la calidad de vida de
las personas; nuestros supuestos representantes nunca nos consultan una sola de
las decisiones que toman; el poder judicial verdaderamente tiene una justicia
ciega (no ve a quien le da el chingadazo, como lo demuestra la cantidad de
personas inocentes en prisión, por fabricación de delitos, entre otras causas,
y por la cantidad de personas que se encuentran, después de muchos años, en
espera de sentencia…). Sí, la “política” desencanta a todos. Pero si le
quitamos las comillas a la política, entonces entran varios factores y actores
sociales que no son ya los que conforman en gobierno. Me refiero a la sociedad
civil, organizada o no, a los colectivos, asociaciones, grupos, individuos, que
también formamos parte de eso que es la política. De hecho, en teoría, la
sociedad civil es el eje a través del cual deberían de estar organizados los
otros poderes, y la Constitución así lo manifiesta… pero acá la teoría no sirve
de nada. La cosa es que nosotros también somos parte de la política, y por
supuesto, del Estado, que no sólo está formado por la múltiples instituciones
que día a día ocupamos (escuelas, hospitales, sistemas de transporte, etc.)
sino también, de nueva cuenta, por la sociedad civil en su conjunto. La
sociedad civil es lo que está fuera del gobierno, pero no fuera del Estado. Si
Luis XIV decía que el Estado era él, después la revolución francesa dijo que el
Estado era la sociedad civil, y lo demostraron tumbando lo que se llamó Antiguo
Régimen. Pero los revolucionarios franceses tenían razón. En última y en
primera instancia, las instituciones del Estado deben responder a las
necesidades de la sociedad civil; pero la sociedad civil también debe responder
a la falta de respuesta de o de los gobiernos que se ocupan de manejar ese
Estado. La política entonces se desenvuelve (o debería) en una relación dialógica
entre sociedad civil y gobierno. Cuando no se desenvuelve en ese sentido, el
Estado se convierte en una Estado dictatorial. Pero puede que el gobierno se
imponga sin ser una dictadura, como en el caso de nuestro país. “La dictadura
perfecta”, dijo Mario Vargas Llosa del priato, nunca perdido y ahora más vivo
que nunca. ¿A qué se debe eso de que en una supuesta democracia se construya
una dictadura política? A qué en este país la sociedad civil, la ciudadanía, es
mínima. Es decir, la población es mucha, pero aquella conciente de que es parte
de la política, es mínima. Los jóvenes
pueden quedarse con la idea de “papá gobierno”, es decir, del gobierno como
única autoridad, y que no se le puede llevar la contraria porque de nada sirve,
de todas maneras hará lo que quiera. Pero también podrían adoptar la idea de
que ellos deben ser sujetos activos, agentes de cambio, en la medida de sus
posibilidades individuales y organizativas. La participación de los jóvenes
como actores sociales es determinante en el desarrollo histórico del país. En
cada época crítica los jóvenes han estado comprometidos con su momento
histórico, en la conquista, en la independencia, en la reforma, en la
revolución de 1910, en el movimiento vasconcelista, en los movimientos
magisterial y médico, en el movimiento de 1968 y 1971, en el movimiento urbano
popular, generado a mediados de los ochentas y acrecentado por el sismo de
1985; el movimiento estudiantil de 1987 y 1999; en el fraude electoral de 1988;
en el cambio que se pensaba congruente en el año 2000, y en las recientes
movilizaciones contra el gobierno de Enrique Peña. La política es también
participación desde este lado. Si la culpa de la ineficiencia de los gobierno
se las seguimos achacando a los políticos, vamos a seguir viendo con un solo
ojo. La participación de los jóvenes y de la sociedad civil en su conjuntos,
dentro de las posibilidades de cada quien, es importante para poder ver con los
dos ojos. Si la sociedad civil es numéricamente mayor, y el gobierno es menor,
¿por qué no cambian las cosas? Pregunta frecuente en varios jóvenes. Las
respuestas pueden ser muchas. Pienso que una de ellas es precisamente el que
nos excluimos de la política, cuando la política debe estar para mediar el
pacto social, es decir, la relación entre sociedad civil y gobierno. ¿Cómo
pueden participar los jóvenes? También cada quién tendrá sus respuestas. Los
jóvenes de hace 20 años participábamos en algunas cosas: marchas, creación de
colectivos, creación de fanzines, círculos de estudios, organización de
eventos. Los jóvenes de ahora tendrán otras respuestas ante la situación
actual. Los medios de comunicación ahora trascienden las fronteras espaciales e
impresas. El compromiso de los jóvenes con su momento histórico se ha
demostrado, por ejemplo, con el movimiento #Yosoy132. Su trascendencia, en una
lectura personal, fue menor, pero no por la calidad de las propuestas, sino por
la cantidad de jóvenes que participaron en el movimiento. ¿Por qué no se
sumaron en mayoría los estudiantes de la Unam, del Poli, y en general de los
subsistemas de educación de la SEP? No lo sé… Pero lo cierto es que el
compromiso de los jóvenes para con su momento histórico es indispensable para
transformarlo. Así como José Vasconcelos, desde el Ateneo de la Juventud,
exhortaba a la intelectualidad juvenil mexicana de la década de 1910, a construir un mundo
cultural contrario al Porfiriato y paralelo al proceso revolucionario que se
estaba viviendo, así los jóvenes de hoy deben comprender que su compromiso es fundamental
para transformar la sociedad.
Héctor García Montiel
23/04/14
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