martes, 3 de agosto de 2021

Ventajas y desventajas de la educación virtual en el cruce de cuatro generaciones.


La pandemia de covid-19 ha puesto sobre la mesa distintas cosas que ya estaban destinadas a modificar la vida cotidiana hasta ahora conocida. Trabajo, convivencia familiar, higienización y control de espacios públicos y privados, recreación y esparcimiento y, por supuesto, la educación. Hoy más que nunca se ha visto la necesidad de implementar estrategias que orienten a hacer de los espacios virtuales aulas intangibles que fortalezcan y desarrollen las capacidades cognitivas de nuestros estudiantes. Este panorama involucra a cuatro generaciones, distintas ellas por el ambiente sociocultural en que se desarrollaron, pero coincidentes también, al menos, en la enorme absorción que la tecnología ha dado a los tiempos en que convivimos esas generaciones, que abarcan a los que hemos nacido desde los 50 del siglo XX, hasta la primera década del siglo XXI, es decir, personas que tenemos entre 70 y 11 años. ¡60 años separan a los extremos!, mientras que las dos de en medio son, por decirlo de alguna manera, la generación sándwich.

La creación de una ecología educativa virtual es necesaria para los nuevos tiempos. No implica la disolución total del anterior modelo educativo presencial, sino que se coloca de manera paralela para convivir con él.



La educación en línea, ventajas y desventajas

La educación en línea tiene ciertas particularidades, es decir, tanto el docente como el estudiante deben tener ya determinadas competencias para poder desarrollar sus funciones. Estas competencias, aunque parezca paradójico, no se adquieren de manera virtual, o por lo menos se desarrollan mejor si antes, en la educación presencial, vamos introduciendo las herramientas virtuales de aprendizaje, es decir, establecer una especie de propedéutico para la educación virtual desde la educación presencial. Los jóvenes viven con la tecnología, la utilizan diario, les es imprescindible para comunicación e interacciones (redes sociales) y distracción (videojuegos, Youtube), pero no la ven como una herramienta que permite desarrollar aprendizajes y adquirir conocimientos, es decir, como una herramienta cognitiva. Los docentes, por el otro lado e independientemente de su generación, también convivimos día a día con la tecnología, pero tampoco la hemos desarrollado en la cotidianidad como factor importante para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Aprender a aprender, desde las TIC, es algo que nos corresponde a los que estamos en ambos lados.

 


Sacando provecho a las TIC

La capacidad digital, aquella que permite el dominio de los recursos digitales, puede ver en cada recurso de las TIC un potente medio para la adquisición de conocimiento: cursos en línea, tutoriales, presentaciones, recursos multimedia interactivos, museos virtuales, revistas electrónicas, videodocumentales, libros electrónicos, podcasts, etcétera, son una fuente inagotable no sólo para la adquisición de saberes, sino también para la construcción de los mismos. Estas herramientas no sustituyen de ninguna manera al docente, por lo menos no en estas generaciones, sino que pueden en gran medida facilitar la tarea de comprensión de algunas cosas que no alcancemos a explicar. Las TIC son medios, instrumentos, que pueden apoyarnos en nuestra tarea de promover el aprendizaje, es decir, las TIC por si mismas no son más que medios de entretenimiento, y somos nosotros, los docentes, quienes en un primer momento podemos reorientar su utilidad. Para esto, los docentes tenemos que pensar que estos elementos son ya partes de nuestra vida, no de ahora, sino desde hace 30 años. Desarrollar en nuestros alumnos una zona de desarrollo próximo respecto a las TIC implica que los docentes dominemos por lo menos su utilidad en nuestras pedagogías.

En el caso de los estudiantes, nuestra guía para hacer de las TIC recursos que fortalezcan su desarrollo cognitivo es indispensable: aunque “traigan el chip pegado”, ese chip no viene formateado para que se consideren las herramientas tecnológicas y virtuales como herramientas cognitivas, es decir, como una (o la) nueva manera de adquirir conocimiento.

No es que las tecnologías sean complicadas o complejas, en muchas de ellas la interfaz es tan amable que permite al usuario navegar sin mayores dificultades.



Los muros

Así como con los estudiantes, los docentes utilizamos las TIC para comunicarnos y distraernos, pero poco las hemos potencializado como herramientas de desarrollo cognitivo. Ello se debe a distintas causas: no entendemos muy bien la tecnología (por cuestiones de poca familiaridad con los dispositivos y apps), no pensamos que pueda ayudarnos, o no sabemos de qué manera nos puede ayudar. En ocasiones la concebimos más como una enemiga que como una aliada. Pero a años y medio de experimentar y adaptarnos, de manera forzosa, a la educación virtual, hoy por hoy podemos decir que las cuatro generaciones ya tenemos tablas para el manejo de las herramientas digitales. Pero hay un muro que sí es estructural, es decir, trasciende los saberes sobre la educación virtual: los dispositivos electrónicos y la buena conectividad. También en estos 16 meses nos hemos dado cuenta de que la brecha digital hace aún más elitista la educación.

Las cuatro generaciones que convivimos en este contexto de la educación virtual hemos tenido contacto con la tecnología y su evolución durante nuestra vida, aunque la era de las computadoras personales es de los años ochenta, las tecnologías no han dejado de avanzar desde mediados del siglo pasado. Casi año y medio después, los muros que nos impiden trascender a una buena educación virtual, más que pedagógicos, son tecnológicos.



Las generaciones

No comulgo con los nombres que han dado a las generaciones que han nacido de los años 50 del siglo pasado a la primera década del actual, razón por la cual las agruparé de la siguiente manera: primera generación, que nace entre 1950 y 1964; segunda generación, 1965-1979, tercera generación, 1980-1994; cuarta generación 1995-2010. En estas cuatro generaciones que coincidimos, las tres primeras somos docentes, pero la tercera también son estudiantes, y la última son nuestros estudiantes. Para las dos primeras generaciones, la tecnología a veces resulta incomprensible, no por lo difícil que sea trabajar con ella, ya que muchas veces las aplicaciones son muy intuitivas, sino porque muchas veces somos reacios a innovar en nuestro trabajo (y en nuestra vida cotidiana). Estas generaciones somos parte de un mundo que se solidificó durante muchos años, pero que a finales del siglo XX comenzó a ser cada vez más líquido, rompiendo con lo que se creía firme. Crecimos en un mundo de certezas, estamos acostumbrados a la “racionalidad”, a seguir caminos precisos y establecidos; no nos gusta hacer brecha si ya hay varias veredas. Sin embargo, nos hemos ido adaptando a los nuevos tiempos: cambiamos  las radio consolas enormes de los años 60, por los tocadiscos de los 70, que a la vez los cambiamos por los modulares de los 80, que a la vez… y así nos hemos ido adaptando a diversas tecnologías que forman parte de nuestra vida cotidiana. Vimos nacer el nacimiento de la televisión a color, y también el auge y desaparición de los grandes cines, pero también conocemos las plataformas streaming y utilizamos Whatsapp para comunicarnos. El contexto del uso de las tecnologías de manera masiva para la educación, ya tienen al menos 25 años. Todas estas generaciones hemos convivido directa o indirectamente con las tecnologías; si somos más o menos diestros no es por la brecha generacional, sino porque no hemos enfocado el uso de esas tecnologías al proceso de enseñanza-aprendizaje. Las primeras dos generaciones recordaremos con toda claridad el uso de videocaseteras y videocasetes con contenidos educativos. Era una nueva tecnología en su momento.



El barco sale a flote

Contra viento y marea, estas cuatro generaciones hemos salido avante de la fuerte tormenta que produjo la pandemia de covid-19 en el océano de la educación. Cada generación ha hecho lo que le corresponde, ha puesto un enorme esfuerzo para transformar el espacio doméstico en aula virtual, ya sea para enseñar o para aprender. Existen las frustraciones, por la mala conectividad, existe exclusión, porque no todos tienen el mismo acceso a los medios, pero el barco, que tristemente ha perdido miles de tripulantes, sigue a flote.

Dos generaciones han egresado y dos generaciones han ingresado a esta modalidad. A pesar de las declaraciones oficiales, no sabemos si el retorno a clases presenciales, aunque se plantee de manera gradual y se adopte un sistema híbrido, vaya a ser un hecho concreto para los próximos días. Lo cierto es que ese futuro que no tardaba en llegar, llegó, no sabemos si para quedarse, o sea coyuntural a la pandemia. Por lo pronto, hay que seguir con el barco a flote.

Héctor García Montiel

3 de agosto de 2021