viernes, 12 de noviembre de 2010

Angustias desde el desierto

Ahora me sigo preguntando: ¿Vale la pena pensar acerca de los que nos pasó y del por qué dejamos de pensarnos como responsables de la navegación?

A un amigo le pregunté:

¿Por qué crees que estás exento de buscar una salida a la situación en la que vivimos, acaso no te afecta, a caso los asesinatos de hombres y mujeres son nada para ti o son pura ficción barata de periódicos vendidos? ¿Qué clase de persona eres que esperas a que los demás hagan algo o te digan qué hacer?

Él me contestó: ¿a poco te crees todo lo que dice la prensa?,

Ahora, les preguntó:

¿Esta guerra es ficticia, es una mentira, puedo dormir tranquila pensando en que no pasará nada y que mi familia, mis amigos, mis compañeros no recibirán una bala perdida; es real que tenemos servicios de salud, tenemos educación, trabajo y los militares respetan mis derechos? ¿Puedo estar segura de que la violencia no nos alcanzará?

Al recorrer la ciudad de México por calles conocidas y desconocidas, me he preguntado, ¿es posible un cambio? Cuáles son las acciones concretas a seguir, qué propongo, qué proponen, son de las tantas preguntas con las que amanezco; es todo un reto individual y colectivo responderlas. México es una maquinaria que permanece anquilosada, desteñida, con las tuercas desgastadas, quienes la mueven lo hacen por inercia. En física se define la inercia como la propiedad de los cuerpos de no modificar su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza. Pero….

La fuerza colectiva

¿Qué nos pasará si no tomamos acciones concretas?, ¿acaso la Historia no nos ha enseñado nada, acaso los costos de una guerra no son suficientes para actuar? ¿Qué es la Historia , para qué la Historia ?

Recuerdo que en la escuela cuando nos preguntaban, qué estudia la Historia , con Historia mayúscula, algunos niños contestaban, “es la que estudia el pasado”, estaba de acuerdo; y para qué se estudia el pasado. La Historia es más que una simple narración de los hechos, es menos que una esfera que te dice el futuro; es la experiencia, ¿qué es la experiencia?, nos quedamos con esta definición: La experiencia es la práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo. ¿Qué nos ha fallado como sociedad, como generación, entre generaciones? Comunicación y respeto, memoria. Por eso es tan importante pensar que la Historia como experiencia nos ha enseñado sobre los costos de una guerra de independencia, sobre los costos de una revolución mexicana, de leyes que permiten el asesinato de asesinos, violadores e inocentes, de leyes que encubren la corrupción, de políticas económicas que no funcionan para unos y para otros los fortalece, los costos de la moralidad que encarcela a las mujeres por decidir y conocer, pero la pregunta es, por qué la Historia no ha sido valorada como experiencia.

La historia y los historiadores, en este momento de la historia en México tenemos en nuestras manos una responsabilidad inmensa, compleja, añeja y que hoy ante las estadísticas pintadas con sangre resalta. Divulgar, difundir el conocimiento, para qué, para que la fuerza colectiva conociendo cómo funciona la maquinaria pueda incidir para evitar que el río de sangre –frase trillada pero muy real- tome otro cauce y termine por expandirse en cada rincón de este país.

Habría que detenerse por un momento y preguntarse, ¿quiénes nos tienes secuestrados, el narco, el ejército o la iglesia?; un gobierno débil, pusilánime, sin memoria, sin conocimiento, sin Historia, sin ética ha conducido esta máquina y la fuerza colectiva que pudiera cambiar el rumbo no existe. En México crecen niños que comen desayunos de chococrispis, charritos y otros alimentos chatarras que no nutren.

Parece superfluo y frívolo proponer como una posible salida la legalización de las drogas, esta propuesta no es simple, y sí, compleja, ya que intervienen las creencias, las ideologías, la religión, la educación, los derechos individuales, el derecho a la salud, la salud, el comercio, la venta, el consumo y sobre todo la decisión aplastante de la mayoría. A esta dificultad nos enfrentamos como ciudadanía, necesitamos pensar, reflexionar, conversar sobre la legalización de las drogas, la urgente situación que vive el país así lo requiere. Ahora, si estás de acuerdo con esta propuesta no es suficiente que lo estés, es necesario que informes al resto de la población qué son las drogas y lo qué se necesita para legalizarlas, es un posible recurso para evitar más asesinatos; y sólo sabremos si funciona o no ya estando en la práctica. Los costos han sido muchos. Algunos hemos coincidido en que para legalizarlas se necesita primero preparar a la ciudadanía, informando, luego legislar y crear las herramientas necesarias para su regulación; el problema es que ya no podemos seguir esperando.

Hay quienes les parece una propuesta a la ligera, apologista, amoral, anticristiana, anti… esta propuesta obedece a que día con día el aumento de muertos, mujeres y hombres va creciendo. Las últimas noticias son alarmantes; los que lo viven de cerca lo han relatado bajo toque de queda, no hay sirena que anuncie que todos deben quedarse en casa, ya es una regla, ya es un hábito no salir a ciertas horas fuera de casa.

La maquinaria del miedo que se ha construido, funciona y terminarán por arrebatarnos lo que es nuestro, la vida. Sigue el conteo de más asesinatos y no estamos pensando en qué necesitamos hacer para evitar que la sangre siga corriendo.

Norma Páez

jueves, 11 de noviembre de 2010

¿Hacia dónde vamos?

El día de hoy, jueves 11 de noviembre de 2010, una de las noticias de primera plana del diario La Jornada anuncia que Camargo y Mier, pueblos del estado de Tamaulipas, comenzaron un éxodo ante la amenaza de Los Zetas. Me permito transcribir una tercia de párrafos de la nota, que son el impulso de estas letras.
“Ayer, efectivos del Ejército Mexicano adscritos a la octava Zona Militar con sede en Reynosa arribaron a Mier y se encontraron con un panorama de abandono. En diez camionetas y con sus armas listas, los militares recorrieron las principales calles y confirmaron que gran parte de la zona donde habitaban las familias de clase media está vacía”.
“En Mier aún quedan habitantes. No se sabe cuántos, porque el censo del año 2000 del Inegi indicaba que había 6 mil 700 personas; en Tamaulipas se dice que son poco más de 900. De todos modos nadie sale a la calle ante la posibilidad de que Los Zetas los asesinen”.
“Ayer los soldados ordenaron a los pobladores que viven en extrema pobreza que desalojaran la ciudad, conformada por apenas 20 manzanas y que desde diciembre de 2007 fue declarada pueblo mágico”.

Qué está pasando en el país es una pregunta ya muy trillada, ya todo mundo sabe lo que está pasando. Pero ¿sabemos hasta dónde llegarán las cosas? El ejército, rebasado ante la capacidad mayor de los grupos delictivos, recomienda desalojar las zonas rojas. ¡Híjole! Pues mejor ya vamos transfiriendo la seguridad pública a los grupos armados que no son el ejército ni las policías. La situación en el norte del país está cada vez más de película de Robert Rodríguez o Quentin Tarantino: pueblos que se quedan vacíos por los vampiros que rondan a toda hora. Aún así, el gobierno federal sigue empecinado en su política bélica contra el narcotráfico. Agarrado de los más endebles argumentos sigue justificando su mala planeación con eso de “acabar con el crimen organizado”. Por lo menos el crimen tiene algo que le falta al gobierno: lo organizado.

La estrategia no está funcionando. La violencia se sigue desplazando a toda la geografía del país, ya no hay lugar exento de la guerra entre el gobierno y varios grupos, unos de narcotraficantes, otros simplemente delincuentes.

Toques de queda, patrullajes ininterrumpidos, pueblos tomados por el ejército, familias de desplazados (cómo si esto fuera la guerra de Chechenia) buscando donde estar a salvo de las amenazas y las intimidaciones. Los diversos actores sociales negados a hacer algo concreto para detener al presidente. Nadie se atreve a buscar en lo legal argumentos que permitan decirle a Felipe Calderón que los ciudadanos, por lo menos la mayoría, no estamos de acuerdo con sus políticas. Los reclamos al gobierno se presentan en amplios desplegados, donde el poder de los abajo firmante se queda en una inserción periodística. La sociedad organizada (en sindicatos, colegios de profesionistas, organizaciones, sociedades y asociaciones civiles, organizaciones académicas, etcétera) muestra su total desorganización ante problemas que deberían cohesionar… pero aquí, en México, todo tiende a lo contrario. El mismo día de hoy, el mismo diario, informa de disturbios en Londres por el alza de impuestos. Los disturbios fueron fuertes, radicales. Acá en México, nada moviliza a los ciudadanos, ya ni digamos los radicaliza: ni la muerte de bebes calcinados por incompetencias, ni la muerte de jóvenes confundidos con delincuentes, ni el abandono de mineros a su suerte en un derrumbe, ni un fraude electoral notorio, nada. Los problemas son del otro, del de la frontera, del vecino, de aquel que no conozco. Ya cuando maten a mi hermana o secuestren a mi hijo, me tocará participar.

¿Cómo hemos llegado a esta inercia social, a esta inmovilidad? La respuesta está en la historia, en nuestra historia, que ha conformado una sociedad apática, conformista, sin un verdadero compromiso en lo social, atrapada en un individualismo muy particular. Tal vez no se equivoquen quienes han escrito sobre “el mexicano”. Tal vez si seamos “hijos de la chingada”, de aquella que fue violentada y nos heredó un trauma genético psicosocial. ¿Por qué podemos explicar que en Francia, Alemania, Inglaterra o Argentina las situaciones de crisis sí despierten a la ciudadanía y en este país no? Vamos, cada quien tendrá su respuesta, el chiste es lanzarlas.

Propuestas: nada. Aquellos que tienen el poder en cualquier instancia (gobierno, academia, sindicatos, organizaciones sociales, etcétera) están más preocupados por conservar los pocos privilegios que les quedan y que, si las cosas siguen como van, pronto perderán. Aún así, con esa conciencia, la apatía crece, se expande, penetra, copta y capta más adeptos. Somos el país número uno en apatía social. Yo ya me dí cuenta que es inútil, aún así, las letras salen y sirven para ir calmando la impotencia que siento al verme tan lejano al poder, y por lo mismo, con pocas posibilidades de incidencia. Aún así, sigo sembrando, poniendo mi granito: a través de estos textos, a través del programa de radio, con pláticas con familiares, amigos y compañeros, sembrando, tal vez, inquietudes, rencores, malas leches, simpatías.

Mover la rueda del engranaje social de este país está en chino. Todos los engranes se encuentran oxidados, y los que parece que se pulen de vez en cuando, no permiten darle vuelta a la rueda porque están astillados.

Pero no importa, nuevamente viene el 20 de noviembre y los mexicanos, ante tanta tragedia, tenemos que festejar. Festejemos que tenemos un presidente que no sabe hacer las cosas, un presidente que escogieron muchos mexicanos, casi la mitad. Festejemos que ahora el ejército mata cuando vas en tu coche de vacaciones, cuando estás en fiestas con tus amigos universitarios, cuando realizas una protesta a favor de la paz. Festejemos, que lo único que le queda a esta sociedad mexicana es eso, la risa emanada de la fiesta, borrachera de alegría ante el desconocimiento, o la indiferencia, de la situación real del país.

Héctor García Montiel
11/11/2010
hegarmon@yahoo.com

jueves, 7 de octubre de 2010

Inseguridad: ¿mejor nos vamos acostumbrando?

Inseguridad: ¿mejor nos vamos acostumbrando?

La inseguridad que vive el país cada vez se hace más cotidiana. La balacera en zonas comerciales de las grandes ciudades muestra que los delincuentes no tienen el menor temor por las amenazas de los gobierno federal y estatales; por el contrario, pareciera que sicarios y secuestradores se sienten a sus anchas para actuar sin el temor de ser capturados. El reciente secuestro del diputado electo Manuel Benítez (PAN) por el distrito 19 de Oaxaca, los levantamientos y asesinatos de autoridades locales y ciudadanos comunes y corrientes, los “ajustes de cuentas” que existen ente los diversos grupos (que se dan en cualquier parte del país), muestran hasta que punto sigue siendo fallida la actuación del presidente Felipe Calderón. Esto es ampliamente reconocido en diferentes medios… excepto en el gobierno federal. Los ciudadanos nos estamos acostumbrando a la sombra de la inseguridad: día a día los periódicos locales y nacionales hablan de estos acontecimientos. En algunas ciudades, donde se acentúa la actuación de estos grupos (sicarios y secuestradores) la cosa es más tensa. En las ciudades fronterizas hay quienes no descartan la posibilidad de irse a vivir a los Estados Unidos. Hay quien piensa que la intervención de las fuerzas policiales norteamericanas no vendría mal para reforzar la seguridad en la frontera. “Si la policía gringa me asegura mi seguridad, al diablo la soberanía”. Así pueden pensar varios de los que viven la cotidianidad de los hechos violentos en la frontera norte del país. Los poderes federales legislativo y judicial, que dizque muy independientes, no son capaces de detener al ejecutivo en esta guerra que ha costado la vida de miles de civiles. Los ciudadanos, maniatados practica y mentalmente, nos convertimos en meros espectadores, actores pasivos de una película de terror, donde a la vuelta de la esquina, en algún fuego cruzado, tu vida puede detenerse. La militarización del país es cada vez mayor. En la ciudad de México es ya común ver comboyes del ejército patrullando algunas zonas… si esto fuera garantía de una mayor seguridad, no habría inconveniente, pero muchos sabemos que el ejército no sirve, o es su función, para hacer labores policíacas. El crimen organizado está desplazando sus fronteras desde hace varios años. Culiacán, Tijuana, Matamoros, dejaron de ser las zonas de concentración y paseo de los grupos armados ligados al narcotráfico. La geografía del miedo está cada vez más extendida. ¿Cuáles son las salidas que los ciudadanos podemos encontrar? Nos corresponde buscarlas. Pasar de simples espectadores a sujetos activos. Debe fomentarse una presión ciudadana hacía la actuación del gobierno federal en su guerra contra el narcotráfico. Porque eso es: su guerra. La sociedad no la pidió, ni siquiera veía problema en las actividades provenientes del narcotráfico; convivía con ellas, dejando hacer, dejando pasar. En pocos años la inseguridad se disparó, arrojando datos espectaculares: familias balaceadas, decenas de migrantes asesinados, estudiantes confundidos con delincuentes y un largo etcétera que ya todos conocemos. ¿Cuáles son los escenarios posibles? Seguro habrá varios: un aletargamiento social que nos lleve a acostumbrarnos a las situaciones de extrema violencia; una respuesta de la sociedad que lleve a armar a cada ciudadano, garantizando que una pistola en tus manos es mejor que un cuerpo de policía cubriéndote la espalda; una captación de la sociedad por los grupos de sicarios y narcotraficantes, es decir, una especie de colonias protegidas por el narco, como sucedía en la Colombia de Pablo Escobar; o mejor aún, una exigencia de la ciudadanía al ejecutivo federal de cambiar su estrategia… el cuál es el escenario más idealista, porque tal exigencia requeriría una ciudadanía educada no sólo en términos de democracia participativa, sino también conciente de que el problema del narcotráfico no es sólo un problema delictivo, como lo ha visto y expuesto el gobierno federal.

Héctor García Montiel
07/10/2010
hegarmon@yahoo.com

martes, 3 de agosto de 2010

Así se viven los centenarios.

Así se viven los centenarios.

Año de festejos centenarios. Año de taparle el ojo al macho con la coreografía y las luces de una Independencia poco cuestionada y una Revolución ya no sólo interrumpida, sino abortada por completo. El que esto escribe se enteró el día de ayer por la prensa que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes pagó 8 millones de pesos en indemnizaciones a funcionarios que no les correspondía. La cosa no me sorprende mucho, ya se sabe que desde Sari Bermúdez y Vicente Fox, el CNCA se volvió el refugio salarial de muchos amigos de los gobernantes panistas.

El 27 de enero, dirigí una carta al presidente de la República, a través de la página de la Presidencia de Atención a la Ciudadanía. En dicha carta hacía uso del derecho de petición que la Constitución me otorga, y demandaba al presidente la asignación de recursos al Instituto Nacional de Antropología e Historia, para realizar proyectos que se vinculan directamente con a celebración del centenario de la Revolución. Uno de esos proyectos contempla hacer una serie de programas radiofónicos con testimonios orales de los participantes en dicho proceso histórico.

La incongruencia gubernamental, desde el presidente de la Republica hasta la presidenta del CNCA, se manifestó desde el primer momento: la respuesta a mi petición fue vaga y, de hecho, no atendida. En esa carta mencionaba que los salarios anuales que ganan aquellos que realizan el trabajo es de 60 mil pesos anuales. Sí, así es: 60 mil pesos anuales. Según el periódico Reforma, el anterior presidente del CNCA fue indemnizado al presentar su renuncia con nada menos que 413 mil pesos, cantidad similar a la que ocupan 4 contratos anuales para la realización de proyectos culturales, de investigación o divulgación histórica.

La poca visión cultural, educativa, histórica y analítica que las autoridades tienen respecto a la Independencia y la Revolución, los lleva a hacer gastos exorbitantes, como el que el gobierno federal hizo al contratar a una casa productora para el festejo de estos acontecimientos históricos. Se trata, nuevamente, de hacer de la historia una escenografía por la cual transitarán los grandes personajes de la historia, dejando de lado y ocultando, los procesos, las luchas y los valores que se gestaron en esas dos revoluciones.

Ni hablar, la cosa es así. Como diría Mafalda: Lo urgente siempre por delante de lo necesario. Es urgente darle a la población pan y circo; pero también es necesario presentarle los procesos históricos de la Independencia y la Revolución no como meros hechos actorales, sino como hechos históricos que traen y dejan tras de sí, problemas todavía no resueltos.

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
03/08/2010

martes, 8 de junio de 2010


¡Increible… pero cierto!
Las policías federal y estatal de Sonora, si que pudieron llegar a tiempo para desalojar a los mineros de Cananea. ¡Increible! ¿Cómo no pasó lo mismo en Creel, Chihuahua cuando sicarios tomaron las vías de acceso a la población, hostigando a cuántos pasaban por ahí? ¿Cómo no están las policías para detener a los paramilitares que están hostigando a los pobladores de San Juan Copala? La cosa es clara: el gobierno sólo acude a defender los intereses de los poderosos. En el caso de Sonora, es aún más indignante que las autoridades no resuelvan el caso de los 49 niños muertos en la guardería ABC, y sí anden desalojando trabajadores de sus centros de trabajo. Bueno, ahí está claramente expresada la actuación de nuestros gobernantes.


Héctor García Montiel

08/06/2010

martes, 1 de junio de 2010

Se rompe el cerco paramilitar

Se rompe el cerco paramilitar
Autor: Miguel Badillo

16 Mayo 2010

San Juan Copala, Oaxaca. Todos los días, desde hace seis meses, hombres armados apostados en los cerros que rodean Copala disparan a todo lo que se mueve. La orden que recibieron, cuenta uno de ellos, es que nadie salga ni entre a este pequeño pueblo de la región triqui oaxaqueña. Así, evitan que llegue el abasto de comida, agua potable y medicinas a las cerca de 800 personas que, hambrientas, sobreviven atrapadas en este infierno.

Cualquiera que intenta cruzar por montes y veredas con rumbo al pueblo de Copala, principal centro ceremonial de la comunidad triqui, se enfrenta a las ráfagas de metralletas AK-47 y rifles R-15 que portan grupos armados, como el que disparó aquella tarde del martes 27 de abril en contra de la caravana por la paz, que encabezaban defensores de derechos humanos y que tuvo como saldo dos muertos y una decena de heridos.

Diez días después de aquel ataque armado, en donde resultó herido con tres disparos de bala nuestro compañero fotógrafo David Cilia (lo que lo mantiene, hasta el cierre de esta edición, internado en un hospital de la ciudad de México) y junto con la reportera Érika Ramírez tuvieron que correr y esconderse por casi tres días en el monte para salvar la vida, otros tres reporteros de Contralínea (Zósimo Camacho, Julio Hernández y Miguel Badillo) han llegado a la región dominada por los triquis para terminar el trabajo periodístico inconcluso: entrar a San Juan Copala y describir el terror que viven aquí niños, mujeres, ancianos y los pocos hombres que aún quedan.

El viernes 7 de mayo, un grupo de 12 indígenas, simpatizante del Municipio Autónomo de San Juan Copala, se comprometió a guiar a los periodistas y escoltarlos hasta esta cabecera municipal, aun con el temor y el riesgo para los triquis de perder la vida en el intento.

La primera recomendación a los reporteros fue evitar llamar la atención entre los habitantes de los pueblos que rodean Copala, en donde las organizaciones Unidad para el Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort), Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT) y Movimiento por la Unificación de la Lucha Triqui Independiente (MULTI) tienen sus bases. La segunda recomendación a los periodistas fue ocultarse hasta que llegara el momento de partir. No se sabe ni hora ni día. Simplemente hay que esperar.

Tres días transcurrieron, hasta la noche del lunes 10, cuando los indígenas triquis vuelven a hacer contacto y acordamos los términos de la incursión hacia el pueblo de Copala: el ingreso será de noche, lo que dificultará el acceso, pero dará una oportunidad más para evitar cualquier agresión; nada de lámparas ni luces que puedan llamar la atención de los francotiradores; hablar lo menos posible y sólo cuando sea necesario hacerlo en voz muy baja; vestir de negro para perdernos en la oscuridad de la noche y llevar botas y mochila con medicamentos para la atención de alguna posible herida de bala; si nos disparan, tirarnos al suelo y avanzar lo más rápido posible para eludir las balas y perdernos de los agresores; resistir el tiempo necesario en el monte hasta encontrar el acceso más seguro y, lo principal, mucha suerte, porque para entrar a Copala se necesita eso y más.

La columna informativa que integran 12 triquis-guías y tres periodistas inicia su marcha por el monte. Seis indígenas van al frente y otros seis en la retaguardia. Los reporteros, en medio de la columna para mayor protección. La instrucción es guardar distancia entre nosotros para evitar ser blanco fácil ante un posible ataque, lo que dificulta aún más el camino; la oscuridad impide ver a medio metro de distancia, sólo el ruido del andar de los indígenas sobre hojas y ramas secas orienta la ruta a seguir. Las caídas y tropiezos de los reporteros son constantes; el peligro de caer en alguna barranca invisible es latente, pero nadie puede detenerse si queremos llegar con vida a Copala. Debemos avanzar lo más rápido posible durante la noche y, de vez en cuando, descansar a petición de los tres de en medio.

El sudor agobiante embarra y pega las hojas y ramas de los árboles en el cuerpo. Los mosquitos e insectos nos acompañan todo el camino: los brazos y piernas empiezan a llenarse de bolas por las picaduras conforme avanza la columna y nos internamos cada vez más en estas rudas montañas. A pesar del peligro, estamos seguros de que no nos equivocamos en querer documentar y contar la historia que vive San Juan Copala.

La ruta es acompañada por constantes disparos que retumban en el silencio de la montaña. Son tiros de advertencia para aquel que se atreva a cruzar por su territorio. La angustia y miedo invaden el cuerpo. Un escalofrío inevitable nos atraviesa de sólo pensar encontrarnos de frente a cualquier grupo armado que patrulle el área. Nuestros guías se mueven rápido, cubren una amplia área de protección; pero al final de cuentas, los grupos paramilitares, también integrados por indígenas, saben dónde vigilar para impedir que alguna persona, sobre todo periodistas, como ya lo demostraron en el ataque a la caravana por la paz, se les pueda colar hasta Copala y dar cuenta del infierno en que tienen metidas a unas 100 familias triquis que quedaron atrapadas en el lugar y no pudieron o no quisieron abandonar el sitio.

Agotados, a lo lejos se ven las luces de velas que alumbran algunas casas del pueblo desierto. Después de varias desesperantes horas, nos acercamos a Copala. En el pueblo no hay energía eléctrica. El motivo es que cortaron los cables desde hace seis meses, cuando iniciaron los ataques de la Ubisort y el MULT en contra de los habitantes que apoyan la presidencia autónoma de San Juan Copala, ahora en manos de simpatizantes del MULTI.

En la región se libra una lucha por el control político y económico del lugar. Viene un periodo electoral en Oaxaca y el Partido Revolucionario Institucional, por conducto de la Ubisort, no está dispuesto a dejar a su suerte al municipio de San Juan Copala, en donde las nuevas autoridades afiliadas al MULTI no quieren saber nada de los partidos políticos, a los que culpan de robarse cada año las partidas presupuestales de los ramos 28 y 33 del erario. Algo sabrán estos indígenas de injusticias, abusos y atropellos de la autoridad, igual que otros 100 millones de mexicanos.

Hemos llegado a la zona más complicada del trayecto. Copala está a menos de 1 kilómetro de distancia. Aquí, en la oscuridad de la madrugada, la vigilancia de hombres armados se vuelve más latente. Hay que esperar, agazapados, entre rocas, arbustos y árboles. Para sorpresa nuestra, el lugar donde nos escondemos sirve de base para francotiradores de alguno de los grupos agresores. La prueba de ello está en el suelo, entre hierbas y hojas de árboles encontramos muchos casquillos de rifles R-15 y AK-47. Eso tensa la espera. Los mismos indígenas, que siempre hablan en triqui, se ven preocupados y nerviosos. Quieren abandonar rápidamente el área, pero deciden esperar y no acelerar el ingreso a Copala.

Una dudosa decisión se ha tomado. En cuanto iniciamos el descenso del último cerro hacia el pueblo, empieza el estruendo de las ráfagas de metralletas, como si los paramilitares esperaran el momento propicio para ejecutar a toda la columna informativa. La orden de nuestros guías ha sido no detenernos. El miedo nos hace cumplirla y no mirar atrás, como si quisiéramos ganarle a la velocidad de las balas que cruzan chiflando por el viento. Inevitablemente hay que pasar por una zona descubierta, que aun con la ropa negra que llevamos y la ayuda de la oscuridad de la noche, a nosotros nos parece que somos muy visibles, tanto como un foco prendido en una habitación.

Pero sólo es el miedo de los 15 que hemos ingresado a las solitarias calles de Copala. Llegados al pueblo, nos movemos con precaución entre calles y las paredes de las casas. Los guías nos advirtieron que algunas familias, que también permanecen encerradas en sus viviendas, simpatizan con los grupos opositores al Municipio Autónomo y sería muy delicado que dieran aviso a los hombres armados de que extraños hemos entrado al pueblo. No queremos hacer ruido, pero los ladridos de los perros nos delatan y antes de que miradas extrañas nos vean, ingresamos a salvo y agotados a una vivienda que nos protege.

La huida de Copala

Hemos recogido los testimonios y relatos de los sobrevivientes de Copala. Durante nuestra incursión, recorrimos parte del pueblo entre los disparos que nunca cesaron. Desobedecimos a los guías, que nos pedían no salir de la casa. De hacerlo, no habría tenido sentido llegar hasta Copala y perder la oportunidad de mirar y vivir en carne propia lo que cientos de mujeres, niños y ancianos indígenas triquis padecen todos los días.

Para los agresores, toda hora es buena para amedrentar y amenazar a la población. En las noches, ráfagas de metralleta quitan el sueño. En el día, sólo unos cuantos, sobre todo mujeres y niños, se atreven a cruzar corriendo las calles para evadir los disparos y buscar alimentos.

Notas, fotografías y videos de Contralínea dan ahora cuenta del peligro que representa vivir aquí. Es el primer material periodístico tomado desde adentro de Copala. Como parte de Contralínea, nuestros dos compañeros agredidos, Érika y David, deben estar orgullosos de que su intento por llegar a ese municipio, hasta que un ataque armado lo impidió, no fue en vano. Por ellos y por lo que les sucedió, el equipo de Contralínea decidió concluir su misión de informar del asecho en que viven decenas de familias triquis a manos de paramilitares tolerados, por decir lo menos, por el gobierno de Ulises Ruiz.

Nuestro grupo indígena de protección ha estado atento en todo momento de la seguridad de los periodistas, aunque aquí, en Copala, nada es seguro. Lo único cierto es que ha llegado la hora de salir de este pueblo olvidado por los gobiernos, los ejércitos y los policías. Otro martirio está a punto de comenzar: volver al monte y abrirnos paso entre la maleza, aunque más preocupante es librar los retenes y las guardias blancas que están dispuestas a no dejarnos huir de sus territorios controlados.

Nuestros guías han trazado una ruta distinta. Nos explican que ésta es más larga, pero más segura. Ninguno de los reporteros se queja, los tres asentimos con la cabeza sin hablar. Nos miramos cansados y mugrosos, porque el servicio de agua fue cortado también por los grupos agresores. La única oportunidad de bañarse es en el río más cercano, pero nadie se arriesga; preferimos mantenernos sucios dos o tres días.

Nuevamente estamos en manos de 10 indígenas triquis. El grupo se ha reducido: dos de nuestros guías se han quedado en la zona de conflicto. Esperamos nuevamente la noche para salir del lugar. Nos han advertido que, esta vez, la caminata será más larga, hasta alcanzar quién sabe qué carretera a la mañana siguiente. Los periodistas estamos listos. Otra vez, los indígenas vuelven a arriesgarse para acompañarnos y sacarnos del lugar con vida.

Ansiosos, esperamos la noche. Apenas hemos comido durante los tres días tortillas, frijoles y chile. Pero nos sentimos fuertes para partir, más por miedo y ganas de huir del lugar. Todo ha sido una pesadilla que apenas duró poco más de 48 horas. Los habitantes de Copala llevan seis meses en esas condiciones. Desde finales de noviembre, viven encerrados en sus casas, sin poder salir, y cuando lo hacen, simplemente arriesgan la vida.

La columna informativa ha iniciado su retorno a no sabemos qué lugar del camino. Las instrucciones han sido las mismas. Con mayor énfasis, nos indican no hacer ruido cuando caminemos, lo que se vuelve imposible ante los tropiezos y caídas constantes de los reporteros. Más cuando esta noche especialmente es más oscura. No hay luna y el cielo está nublado. No logramos ver a nuestro compañero que va enfrente. Es más, decidimos agarrarnos de las mochilas para no perdernos y seguir la ruta de los guías.

La salida de Copala es igual. Rápido hacia el monte para protegernos de los disparos entre los árboles. Una vez más, las balas pasan chiflando cuando rompen el viento. Esta vez los disparos los sentimos más cerca de nosotros, como si los grupos armados estuvieran esperándonos a la salida del pueblo.

Todos estamos nerviosos, también los valientes indígenas que arriesgan su vida para que un grupo de extraños periodistas den cuenta del terror que viven los habitantes de Copala. No nos han pedido pago alguno para ser nuestros guías, sólo nos miran como si fuéramos a solucionar el conflicto. Nada más desilusionante. Como reporteros, sólo sabemos que informaremos lo que allí sucede y que nada pasará. Eso pensamos cuando caminamos por largas horas durante esta agobiante madrugada. Y más cuando sabemos que, en seis largos meses, nadie del gobierno federal ha querido atender el problema. Mucho menos el gobierno estatal de Ulises Ruiz, a quien le corresponde formalmente. El gobierno de Felipe Calderón también es responsable, pues para esta pequeña población indefensa que está siendo agredida durante meses no hay Ejército ni policía alguno que la defienda.

Para salir de este territorio hostil, a la columna informativa le parece que el camino es el mismo, aunque hayamos salido esta vez por el lado opuesto. Los reporteros no distinguimos ruta alguna; nuestra inexperiencia en avanzar en el monte nos hace ver todo igual. Sumamente difícil caminar de noche y sin lámpara por las montañas de la región triqui, de acceso inaccesible y orografía accidentada.

Las horas pasan sin llegar a lugar alguno. Los zumbidos de las balas que arrojan las potentes armas se escuchan todo el trayecto. Por un lado, al norte, el pueblo de La Sabana, dominado por la Ubisort; al oriente, El Rastrojo, la zona controlada por el MULT, ambas organizaciones violentas y fuertemente armadas. Al norte, Yosoyuxi, del MULTI, organización que apoya al Municipio Autónomo y que su principal demanda es que todas las partidas presupuestales que debe destinar el gobierno para la región triqui se entreguen a los indígenas para mejorar la vida de sus familias y pueblos, y no se las lleven los caciques y los líderes de grupos armados.

Antes de amanecer, alcanzamos un camino de terracería. Los indígenas nos piden avanzar con precaución para evitar alguna emboscada. Pero el peligro va en aumento y los guías deciden que debemos volver al monte para estar seguros y dejar la comodidad de seguir en la madrugada por la vereda que nos sacaría a la carretera.

Otra vez el sufrimiento para los reporteros inexpertos en caminar por esos lugares. Casi con la luz hemos salido a un pueblo apartado, allí recibimos el apoyo de un agente municipal que nos permite permanecer en el portal de su vivienda hasta esperar la mañana e iniciar el retorno a la ciudad de México.

Con muchas dificultades, Contralínea ha roto el cerco paramilitar establecido por grupos armados para aislar y ahogar a una población triqui que sólo lucha por su autonomía: San Juan Copala ha quedado atrás y sus 100 familias abandonadas a su suerte. Sentimos dolor y desesperación.

Fuente: Contralínea 182 / 16 de mayo de 2010

lunes, 24 de mayo de 2010

Antropología y reacción.


Desde hace varios meses la comunidad triqui de San Juan Copala, en el estado de Oaxaca, ha sufrido una serie de agresiones en contra de su autonomía política y cultural. En marzo, una caravana que se dirigía a la comunidad fue atacada por organizaciones paramilitares. La comunidad se encuentra prácticamente sitiada, secuestrada, no se permite la entrada y salida de nadie y hay un bloqueo de alimentos y medicinas. La situación para los cerca de 1000 indígenas que viven ahí, es alarmante.

Pero más alarmante es la actuación de la comunidad académica, principalmente aquella relacionada con el análisis y estudio de las culturas indígenas de nuestro país. ¿O es que la academia sólo se interesa por el indio muerto, igual que los discursos nacionalistas oficiales?
Las comunidades académicas, representadas por organizaciones sindicales, deberían de manifestarse a través de estas, y a título personal, sobre lo que está sucediendo en San Juan Copala.

¿Dónde está la voz de los antropólogos sindicalizados, o no, sobre este asunto? ¿Porqué los sindicatos académicos del CIESAS, de los Colegios de los Estados, del INAH, de la Universidad Iberoamericana , de la UAM , de la UNAM , etcétera, no hacen un frente común desde la academia para solidarizarse con la defensa de las autonomías indígenas? ¿O es que las comunidades desaparecidas son una mejor fuente de investigación que las vivas?

Esperemos que se alce la voz para detener el hostigamiento que sufren aquellas comunidades indígenas que están buscando nuevas formas de organización social.

De los partidos políticos poco esperamos… de las academias ¿también?

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
24/05/2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Propuesta: Legalizar las drogas

Ciudadanos a Contracorriente
Asesinatos, miedo, estancamiento social y económico…

Hace unos días por Radio Educación se transmitió el programa Relieves (lunes 26 de abril, de 8 a 9:30 de la noche) Se dijo que el aumento en las ventas de drogas se debe al poder que tienen y ejercen sobre la población, estos grupos que se dedican a su producción y venta. Señores, ¿no creen que es minimizar las capacidades de los ciudadanos? El problema de las drogas de por si es complejo, porque intervienen factores como los derechos de los individuos a decidir; las luchas internas y las muertes que se han provocado por el control del mercado, entre el Estado-Ejército y los Narcotraficantes; debemos reconocer que está actividad proporciona empleo a muchos que no tienen más opciones -se ha convertido en un medio de subsistencia.
No dudemos que pronto “papá gobierno” deje ver sus bien guardadas intenciones. Por el momento sólo podemos especular. Aun así, no nos sorprendamos que nos salgan “conque a Chuchita se la bolsearon y nadie supo qué pasó”; como lo que sucedió con los “muy respetados sacerdotes del catolicismo, estos hijos de su… si, me refiero a los “representantes espirituales” que abusando de la confianza de sus feligreses, violaron y ultrajaron a su hijos.
Ni un estudiante más
Ha surgido un grupo de jóvenes estudiantes que están comenzando la experiencia de organizarse a favor de la NO VIOLENCIA y por una reorientación de la política de seguridad pública. Han organizado una serie de foros con el propósito de buscar salidas ante el aumento de violencia en contra de la ciudadanía mexicana, hablamos de estudiantes, jóvenes, hombres y mujeres que se encuentran vulnerables ante el poder y corrupción de un gobierno sin interés por sus representados. Uno de los resultados que buscan es elaborar una propuesta para que paren los asesinatos y gocemos de seguridad. La consigna con que marchan en esta lucha es “NI UN ESTUDIANTE MÁS”; se reconocen como una comunidad universitaria nacional en donde los estudiantes de todas las universidades de México, dialogarán, conversarán, propondrán. Pueden consultar esta información en http://www.estudiantesafavor.com
Jóvenes, estudiantes, amigos, amigas, compañeros, vecinos, debemos unirnos y crear los vínculos necesarios para buscar las estrategias que impidan que la violencia siga extendiéndose. Las MARCHAS y los MOVIMIENTOS surgen como un mecanismo para hacer visible los graves problemas del país y por tanto, NO DEBERÍA SER UNA MOLESTIA PARA LA CIUDADANÍA , porque deberíamos estar tod@ participando de manera voluntaria, GRATUITA, para detener el aumento de los asesinatos.
UNA PROPUESTA
Problema a discutir: DROGAS
No hay porqué satanizar lo que NO CONOCEMOS. Muchos nos hemos dejado influir por la ignorancia que se trasmite en forma de regla, mal conocida. Muchos argumentan que las drogas destruyen. Es cierto, sí pero en la medida en que no hay control y conocimiento sobre éstas. El tabaco y el alcohol también han cobrado numerosas vidas ¿Conocen las estadísticas?
Porque no haya NI UN ESTUDIANTE MÁS, NI UNA ASESINADA MÁS…
NO MÁS ASESINATOS
Les propongo a los jóvenes que en estos foros se ponga sobre la mesa el tema de la legalización de las drogas bajo las siguientes premisas:
Primera etapa de trabajo:
¿Por qué es importante el tema LAS DROGAS? Apología o Satanización
¿Qué son las drogas?
Las drogas, ¿la manzana de la discordia?
Drogas y consumidores (edades y perfil económico)
Distribución y ganancias
Patrones y trabajadores
Consumo, control e impacto físico: SALUD
Gobierno-Ejército vs Narcos y la sociedad
Estrategias de difusión sobre estos temas
Segunda etapa de trabajo. NEGOCIACIÓN
¿Cómo evitar la guerra y que nuestro país se haga pedazos?

Narcos-Gobierno-Ejército- CIUDADANOS
Nuestro compromiso
Fundación de Centros de Salud para el control y atención del uso de drogas
Impuestos que serán cargados exclusivamente al patrón y su empresa.
Educación sobre el uso de las drogas
Divulgación sobre qué son las drogas. Difusión que no debe cubrirse con velos moralistas e impositivos.
Reglamento sobre la legalización de las drogas en la producción, distribución, consumo, salud, trabajo y trabajadores. La legislación debe formarse para mediar las relaciones entre personas, empresa e instituciones; la legislación no es para imponer una ideología o postura que sólo beneficie a unos cuantos.
Para el desarrollo y discusión de estos temas, es imperativo que ustedes jóvenes se acerquen a este conocimiento, sin el velo de la moral obsoleta que la sociedad les ha impuesto. Imposición que se ha transmitido de generación en generación y que no les permite un conocimiento sobre las drogas y otros temas como es la sexualidad y el derecho a decidir. El consumo no te da todo el conocimiento, es necesario profundizar en ello. Rompamos el cerco que divide a la sociedad, la moral disfuncional nos impide una convivencia respetuosa. Así como en el sexo se requiere un condón, en el consumo de las drogas se necesita conocimiento, control y amor propio, ingredientes básicos para la autoprotección.
JÓVENES NO MARCHEN en silencio, es importante que los escuchen y que nos escuchemos, SEAMOS UNA VOZ. Ni un estudiante más, ni una asesinada, violada, ultrajada más…NO MÁS ASESINATOS
Norma Páez
http://porlalibertadexpresion.blogspot.com/
Laberintos, un programa de radio por internet: Enlace con www.radionova.com.mx y trovadictos.com, los jueves de 7 a 8 de la noche.

¿Qué tipo de sociedad somos?, que no nos indignamos de las asesinadas en ciudad Juárez; que no nos indignamos de la pederastia ejercida por los sacerdotes católicos y aun así, su sotana es besada como signo de reverencia; que no nos indignamos por las niñas que son violadas y además obligadas a tener un hijo que no pensaban tener, su infancia nunca será; que no nos indignamos ante la discriminación de nuestros vecinos del norte. ¿Ya nos olvidamos de la desaparición de Luz y Fuerza del Centro y de sus 44 mil desempleados? ¿Qué harás y qué haremos con la huelga de hambre en resistencia por los derechos de los extrabajadores de Luz y Fuerza del Centro? Más, 8 jóvenes asesinados en Ciudad Juárez Chihuahua ¿Qué tipo de sociedad queremos ser?

NI UN ESTUDIANTE MÁS, NI UN ASESINATO MÁS

domingo, 18 de abril de 2010

Por los derechos de los trabajadores del INAH

Por los derechos de los trabajadores del INAH

Por Norma Páez

En los primeros meses del 2008 dio inicio el proyecto de basificación, el cual tiene como propósito basificar al personal de apoyo a confianza, sueldos compactados y por obra y tiempo determinado; los “trabajadores temporales” en muchos aspectos tienen a su cargo actividades de base y que contribuyen al desarrollo cultural de una figura tan importante como es el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Este proyecto fue impulsado por el Comité Ejecutivo D III 24 y la organización Nacional ATM del INAH. Con el apoyo y la experiencia de los trabajadores de base el personal que trabajamos en estas condiciones decidimos emprender la lucha. Iniciamos aproximadamente 900 personas de las cuales hasta el día de hoy continuamos en la marcha menos de la mitad. Sin embargo, conscientes y seguros de que como trabajadores respondemos a las actividades necesarias para el INAH y contribuimos en el desarrollo de esta institución creada “para garantizar la investigación, conservación, protección y difusión del patrimonio prehistórico, arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de México” buscamos seguridad laboral y los derechos que como trabajadores adquirimos al cumplir con nuestras obligaciones.
Como trabajadores y compañeros del Instituto Nacional de Antropológica e Historia hemos logrado organizarnos; las diferencias no han sido obstáculo para dar los pasos necesarios y participar en este proyecto de basificación; los trabajadores del INAH, bajo este régimen NO gozamos de seguridad laboral y social. Pero no, no es el único objetivo que perseguimos; el otro, es fortalecer al Instituto Nacional de Antropología e Historia con trabajadores que gocen de seguridad laboral, los cuales han contribuido al desempeño de las funciones que le fueron asignadas. El conocimiento es poder y el poder lo debe tener el pueblo; por eso es importante respaldar y fortalecer a la figura que resguarda y protege la memoria histórica de nuestro país.

Cabe decir que, la organización implicó la formación de cuatro comisiones: la Jurídica, la de Finanzas, la de Relación de expedientes, y por último, la de Captura; el papel que han desempeñado tiene gran mérito en las funciones que asumieron. Se ha construido una relación de confianza en este proceso, la seguridad de ser un colectivo fuerte nos proporciona las herramientas para defender nuestros derechos laborales. En tanto marchemos juntos los logros cada vez serán más visibles.

A contracorriente. Vamos a contracorriente en materia de seguridad laboral, nadamos en un contexto dónde los propósitos gubernamentales son CONTRARIOS; propósitos que se evidencian en la iniciativa de reforma laboral presentada por el grupo parlamentario del PAN ante el pleno y que los medios impresos dieron a conocer en el mes de marzo. La modalidad que se propone en esta iniciativa pretende legislar lo que ya vivimos, inseguridad laboral, además de acabar con la representación colectiva. Por estos motivos hacemos una llamado a la ciudadanía para que luchemos por nuestros derechos laborales, y que en este movimiento, su apoyo y nuestras voces se hagan valer. Este movimiento es un ejemplo de nuestra capacidad organizativa a pesar de nuestras diferencias; trabajamos con respeto, tolerancia y colaboración.El proceso es largo, pero no desistiremos, lucharemos hermanados y fraternalmente por nuestros derechos laborales. No a la iniciativa laboral, SI a una vida digna y sin violencia.

npaezgalicia@yahoo.com.mx

jueves, 8 de abril de 2010

Y sigue el numerito…

Desde que Felipe Calderón decidió ocupar al ejército en tareas que no les son propias, las denuncias contra los miembros de esta institución no han dejado de presentarse. La última acción violatoria de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas y documentada por la presa fue apenas el lunes 5 de abril, cuando elementos castrenses dispararon contra una camioneta en la que viajaban dos familias con sus hijos pequeños. El saldo fue de dos niños muertos y los padres heridos. Según un reporte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en los últimos 5 años las quejas contra elementos del ejército por violación a los derechos humanos han aumentado en un 500 por ciento. Los pros y contras de tener al ejército haciendo actividades de policía se han escrito en muchos medios. La necedad del gobierno federal se ha impuesto. Y los hechos los tenemos a la vista. ¿No será mejor que se busquen otras soluciones para enfrentar al problema del narcotráfico? ¿Es necesaria y/o suficiente una estrategia como la actual? Podemos decir que ya es hora de que nos tomen en cuenta a los ciudadanos comunes y corrientes. Pero el problema es que tampoco hacemos nada para que se nos tome en cuenta. La capital del país todavía se ha salvado de situaciones como las que se viven en la frontera o en Guerrero o en Sinaloa o en Michoacán. La geografía delictiva se está desplazando del norte y el sur al centro de la república. Lo que viven los ciudadanos en Reynosa, Ciudad Juárez, Nuevo León o las tantas ciudades que se ven afectadas por la guerra entre el narco, las bandas de sicarios y el ejército federal es posible que no tarde en llegar al Distrito Federal. Si en nuestras manos estuviera la posibilidad de actuar, ¿qué haríamos?

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
08/04/2010

lunes, 15 de marzo de 2010

Una mala estrategia…

Una mala estrategia…

La estrategia emprendida por el presidente Felipe Calderón, y defendida a ultranza por él mismo y su equipo de gobierno, no sólo no ha traído los resultados esperados, sino que en tres años que va de gobierno se ha incrementado la violencia entre los grupos delictivos, se ha expandido hacia la ciudadanía y ahora existe una posibilidad de un mayor intervencionismo por parte del gobierno de los Estados Unidos.

Antes de que se iniciara la “guerra contra la delincuencia”, los cárteles de la droga operaban sin, vamos a decirlo así, tanto muerto. El mercado de las drogas funcionaba, aunque ilegal, de manera pacífica. Con la estrategia emprendida por los gobiernos federales panistas, y acentuada durante el actual gobierno, se dio un golpe a la punta de la pirámide del narcotráfico. Con estas acciones el gobierno pensó en acabar con el problema, visión bastante simplista. Los estratos verticales de todo ese mundo complejo que llamamos narcotráfico (productores, sembradores, comercializadores, compradores, etcétera) apenas si se movieron. Grupos como los zetas afianzaron su poder y operan atemorizando a la ciudadanía. La ética del poder del narco desapareció al disolverse la punta de la pirámide. El control por el mercado, que siempre ha existido, se resuelve ahora por la pelea por las plazas de estos grupos. La imagen es la de una pirámide que es destrozada en la punta, y que eso provoca que el nivel inmediato inferior se convierta en punta de los niveles inferiores, con la cosa de que ahora la punta es más ancha.

Al quedarse sin jefes, los grupos paramilitares del narco empiezan a operar por su cuenta, con la diferencia de que ahora la ciudadanía se convierte en blanco de extorsión. Lo que pasa en ciudades como Ciudad Juárez, Reynosa, Acapulco y tantas más es consecuencia de una mala estrategia para enfrentar el asunto. La vida en estas ciudades se ha convertido en una historia de western, donde es imposible salir a la calle por miedo a encontrar una bala en el camino. Las amenazas a la población de que si no dan cuotas la van a pasar mal, afecta la vida cotidiana de mucha gente, que se encuentra cercada ante estos grupos, los gobierno municipales y la policía, muchas veces cómplices de los sicarios, y el gobierno federal. En las ciudades fronterizas parece que irse a los Estados Unidos es la opción más segura para sobrevivir.

Las muertes de los tres estadounidenses el sábado 13 de marzo en Ciudad Juárez, son el pretexto ideal para que el gobierno estadounidense mantenga y acentúe su intervencionismo en temas de seguridad nacional, nada bueno para la sociedad mexicana, pues recordemos que tras la muerte de Enrique Camarena, en 1985, ese gobierno secuestró a ciudadanos mexicanos acusados de estar involucrados en el asesinato del agente de la DEA.

El gobierno federal debe redimensionar ese asunto que llamamos narcotráfico, para resolverlo de la mejor manera, y para que de una vez, la gente pueda salir a las calles con tranquilidad, sin miedo a que por ir en un taxi en una avenida conocida, le toque un balazo en un fuego cruzado. El problema del narcotráfico no es un problema delincuencial, como el de las bandas de secuestradores o las de robo a transportistas, es un problema social, que no puede resolverse a balazos.

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
15/13/2010