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Una mala estrategia…

Una mala estrategia…

La estrategia emprendida por el presidente Felipe Calderón, y defendida a ultranza por él mismo y su equipo de gobierno, no sólo no ha traído los resultados esperados, sino que en tres años que va de gobierno se ha incrementado la violencia entre los grupos delictivos, se ha expandido hacia la ciudadanía y ahora existe una posibilidad de un mayor intervencionismo por parte del gobierno de los Estados Unidos.

Antes de que se iniciara la “guerra contra la delincuencia”, los cárteles de la droga operaban sin, vamos a decirlo así, tanto muerto. El mercado de las drogas funcionaba, aunque ilegal, de manera pacífica. Con la estrategia emprendida por los gobiernos federales panistas, y acentuada durante el actual gobierno, se dio un golpe a la punta de la pirámide del narcotráfico. Con estas acciones el gobierno pensó en acabar con el problema, visión bastante simplista. Los estratos verticales de todo ese mundo complejo que llamamos narcotráfico (productores, sembradores, comercializadores, compradores, etcétera) apenas si se movieron. Grupos como los zetas afianzaron su poder y operan atemorizando a la ciudadanía. La ética del poder del narco desapareció al disolverse la punta de la pirámide. El control por el mercado, que siempre ha existido, se resuelve ahora por la pelea por las plazas de estos grupos. La imagen es la de una pirámide que es destrozada en la punta, y que eso provoca que el nivel inmediato inferior se convierta en punta de los niveles inferiores, con la cosa de que ahora la punta es más ancha.

Al quedarse sin jefes, los grupos paramilitares del narco empiezan a operar por su cuenta, con la diferencia de que ahora la ciudadanía se convierte en blanco de extorsión. Lo que pasa en ciudades como Ciudad Juárez, Reynosa, Acapulco y tantas más es consecuencia de una mala estrategia para enfrentar el asunto. La vida en estas ciudades se ha convertido en una historia de western, donde es imposible salir a la calle por miedo a encontrar una bala en el camino. Las amenazas a la población de que si no dan cuotas la van a pasar mal, afecta la vida cotidiana de mucha gente, que se encuentra cercada ante estos grupos, los gobierno municipales y la policía, muchas veces cómplices de los sicarios, y el gobierno federal. En las ciudades fronterizas parece que irse a los Estados Unidos es la opción más segura para sobrevivir.

Las muertes de los tres estadounidenses el sábado 13 de marzo en Ciudad Juárez, son el pretexto ideal para que el gobierno estadounidense mantenga y acentúe su intervencionismo en temas de seguridad nacional, nada bueno para la sociedad mexicana, pues recordemos que tras la muerte de Enrique Camarena, en 1985, ese gobierno secuestró a ciudadanos mexicanos acusados de estar involucrados en el asesinato del agente de la DEA.

El gobierno federal debe redimensionar ese asunto que llamamos narcotráfico, para resolverlo de la mejor manera, y para que de una vez, la gente pueda salir a las calles con tranquilidad, sin miedo a que por ir en un taxi en una avenida conocida, le toque un balazo en un fuego cruzado. El problema del narcotráfico no es un problema delincuencial, como el de las bandas de secuestradores o las de robo a transportistas, es un problema social, que no puede resolverse a balazos.

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
15/13/2010

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