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¡En la madre! ¿Te cae?

Hoy desperté a las 6 y media de la mañana. Empecé mi día normal, con la rutina matutina. A las 9 de la mañana fui al Aurrera a comprar el alimento de mis perros. El costal de croquetas que compré el mes pasado me costó 290 pesos. El mismo costal el día de hoy me costó 100 pesos más: 398. “¡Chale —me dije—, me cae que no es posible esto! Me di una vuelta por el Aurrera buscando algunas cosas que tenía que comprar: todo había aumentado de un día para otro… todo, claro, menos mi (y supongo que el de muchos de ustedes) salario.
Salí para el trabajo a las 10 de la mañana, y nuevamente me sorprendí al pagar mi pasaje: el transporte público aumentó 50 centavos. Tal vez no parezca mucho si los vemos así, como 50 centavos que a veces nadie recoge del suelo. Pero resulta que si tomó dos peseros de ida y dos de venida, ya no son cincuenta centavos, sino ¡dos pesos! Y eso multiplicado por 20 días hábiles son 40 pesos. Tan sólo de mis pasajes y de las croquetas de mis perros ya gasto 140 pesos más mensualmente. Mi salario sigue siendo el mismo.
Lo chistoso de este país es que nadie dice nada: el microbús se sigue llenando igual, y la gente sigue comprando sus croquetas en el Aurrera. La “conciencia” individual de la jodidez del país no sirve para nada. No tiene caso que yo me encabrone y maldiga al pinche sistema. Pero me surge una pregunta: ¿cómo es que en Francia, en Inglaterra o en Canadá cuando suben el transporte público se hace un súper desmadre? ¿Cómo es que las sociedades de esos países si pueden controlar la escalada de precios y el aumento de los servicios públicos? ¿Cómo es posible que este sea el país del no pasa nada? Al poeta en su Laberinto de la soledad se le olvidó explicarnos el conformismo del mexicano. Porque eso sí, sabemos que somos hijos de la chingada, pero no podemos mandar a la chingada a los gobernantes que permiten que la cosa se ponga del carajo. ¿Ya nos toca a las clases medias empezar a vivir la crisis económica? ¿Ya es la hora del cacerolazo argentino en tierras del nopal? No lo sé. Por mi parte pienso que la sociedad mexicana todavía está en pañales. Que sus sectores “progresistas” (estudiantes, magisterio, académicos, intelectuales, “izquierda”) sólo esta para adornar un país con una conciencia social e individual desértica, con un aguante inimaginable, con unas ganas de nada.
Ahora ya es media tarde. El encabronamiento no pasa. Veo y observo a la gente con la molestia en sus rostros, pero seguro estoy que al rato, durante las tensiones de las telenovelas de la noche, su enojo se transformará en frustración porque la protagonista no puede casarse con el galán. Así es la sociedad mexicana: pierde la memoria al poco tiempo.
Y bueno, termino recordando al Gerardo Enciso: “Amo a mi país, pero el no me ama a mi”.

9 de julio de 2008

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com

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