martes, 9 de junio de 2009

Un texto de Adán Santamaría Ochoa

A continuación reproduzco un texto de Adán Santamaría, que me fue enviado a mi correo electrónico. Que siga la discusión y el movimiento de las certezas, que la mía ya está tambaleando de nuevo.


El poder y la dignidad de la abstención electoral

por Adán Santamaría Ochoa


Partamos de ciertas bases claras para defender la abstención electoral en estos momentos.

Tenemos leyes excelentes, pero por diversos motivos, nuestro pueblo es incapaz de hacer que las leyes se cumplan. Decía Gabriel Zaid que no necesitamos otro gobierno, sino otro pueblo. El pueblo vive en medio de un marasmo de ai se va, de mientras tanto, distraído viendo televisión, consumiendo espectáculos mediocres o malos y desperdiciando todo su potencial en estupideces. Tenemos un pueblo estupidizado por los medios de difusión masiva, que no de comunicación. Nuestro pueblo vive con los intestinos envenenados por la pésima dieta que sigue; vive en la pereza mental de hacer cosas a su favor y en la deslealtad continua, pues no es ningún ejemplo de unidad ni de organización. A veces ni para el desmadre son buenos. Nuestro pueblo vive enfermo, desunido, mal nutrido, ignorante, apático, resentido. Nuestro pueblo, diría Lenin, es masa, no pueblo.

Los señores que dicen gobernar a nuestro pueblo dicen que vivimos en una democracia. Incipiente, pero democracia. Mienten absolutamente. Vivimos en un régimen colonial con máscara de demócrata, pero las conductas que distinguen a un gobierno colonial se siguen practicando de manera general. No vamos a hacer aquí lo que Tomás Mojarro llama inventario de agravios, pero cualquier persona mínimamente enterada de los estudios sociales lo sabe. La democracia tiene muchas formas de existir. Los ingleses tienen una muy diferente a los estadounidenses o a los sudafricanos o a los mexicanos. Así que cuando se habla de democracia, habrá que darle SIEMPRE un apellido. Y la democracia mexicana es muy sui generis. Colonial, digamos.

La democracia mexicana cree que es suficiente con NOMBRARLA así para que ésta sea o exista. Se queda en el discurso, pero en la realidad cotidiana, no existe. Desde la estructura de la pareja o la familia, las empresas o las instancias de gobierno. Hay cotos o parcelas de poder acotadas por el PRIVILEGIO, es decir, por la ley de uno: Prius = uno; legis = ley. No teoricemos mucho, pero sólo nombremos la punta del iceberg: Elba Esther Gordillo; Carlos Salinas; Emilio Azcárraga; Carlos Slim y muchos más. Esto se llama colonia con sus encomiendas. Los encomenderos modernos, para conservar su poder, idearon un código verbal a donde la democracia aparece como su base, cuando esto no es verdad.

Uno de los rituales democráticos de esta gran mentira llamada “México”, son las elecciones. Este ritual enmascara lo descrito arriba: un orden colonial. El sistema que lo garantiza es el Estado, comprendido en su amplitud, pues a todos los encomenderos les conviene que las cosas sigan así. El Estado al que me refiero está integrado por el gobierno, los jueces, la policía, el ejército, la iglesia, la educación, es decir, por todas las INSTITUCIONES que garantizan un control social para que las cosas sigan siendo como han sido.

La sociedad no es un mal proyecto: todos necesitamos de todos. Las instituciones no son un mal proyecto: son organismos especializados que cumplen eficazmente con su labor. No estoy ubicado en un anarquismo adolescente que grita “¡que desaparezcan todos!”. Mi posición es que la sociedad debe crear un Estado que la beneficie y no un engendro como el que actualmente padecemos. Mi posición no es que desaparezcan las instituciones, sino que se les cambie su valencia: en lugar de que su principal objetivo sea ser las columnas del sistema, deberían servir a sus creadores: a los pobladores de una sociedad y no devorarlos en su contra.

El problema no es que las instituciones no sean adecuadas, sino que están secuestradas por lo peor de la sociedad: por los políticos. León Felipe dice que

La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet,
viendo cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
“Romero solo”


Los políticos, si bien conocen la operación de la res publica, carecen por completo de visión, de respeto y de escrúpulos para los problemas más elementales de la sociedad. Sólo viven preocupados por sostener a un grupo que los sustenta a ellos. ¿Y qué es lo que buscan los políticos? Dinero, poder, influencia SIN IMPORTARLES UN CARAJO LOS PROBLEMAS DE LA GENTE. Ese es su gran error. La abstención electoral consciente tiene un sentido claro: No participar más en este teatro de abusos que nos daña.

Claudio Stern me decía “Pero, de los abstinentes ¿cuántos son conscientes?”. Me puso a pensar y llegué a la conclusión de que muy pocos son académicos y personas que con base en los estudios sociales llegan a la conclusión de no votar. Pero del porcentaje restante vi que la gran mayoría son personas cansadas, defraudadas, que han perdido algo: a un amigo o familiar, un predio, una ventaja, una buena atención en los servicios de salud, un juicio por corrupción, etc. Reaccionan emocionalmente, pero esto no es menor. No podemos exigir a todos los abstinentes que razonen su acto, pero sí podemos admitir que el gran público, el pueblo, reacciona airadamente contra quienes les hace daño. No se necesita teoría política para dejar de votar, y así llegar a las sentencias de Tomás Mojarro:


Capacidad de asombro
Capacidad de indignación
Capacidad de organización
Capacidad de acción.

El asombro ya no tiene límites: Gabriel García Márquez lo decía: la realidad supera a la ficción. La indignación está allí, soterrada, escondida para pegar un grito de angustia o de rabia. La organización es un punto flaquísimo de los mexicanos. No tenemos experiencia de unidad. Octavio Paz lo explica muy bien en su Laberinto. Y las acciones DEL PUEBLO no son frecuentes o son inexistentes. México es un país de estallidos, de concentración de la indignación, de explosiones momentáneas y brutales, violentas, sangrientas. Lo decía muy bien Carlos Fuentes


Las heridas de México se asoman por todas partes. Unas son muy antiguas y parecen haber cicatrizado. Otras, a pesar de su antigüedad, aún no se cierran. Las más recientes se confunden con las más viejas. Las más dolorosas son las que laten debajo de la piel del país, a punto de brotar y mezclar su sangre con la de los demás; México es una sola, larga herida, un muro tatuado de metralla, un nopal cortado a navajazos, un altar de lágrimas doradas.

Les carnets mexicains d’Henri Cartier-Bresson 1934-1964. (1995)


Lo que nos queda ante un poder tan totalitario, imbécil y apabullante que no respeta ni a la Carta Magna, es la acción poderosísima de la no acción, el sustraerse y empezar a fundar un nuevo estilo de hacer política entre personas que no estén podridas como las que están enquistadas en las instituciones. Hay quienes defienden la postura de que hay que hacer el cambio desde adentro de ellas. No se puede, quienes lo han intentado una y mil veces, las mismas han salido, a veces violentamente, rechazados del sistema. La lucha, hoy, es por fuera de las instituciones. No es violenta, no es grosera, no es con ofensas ni sangre ni con un encuentro violento y frontal. Es diciéndole a los bandidos que han secuestrado nuestras instituciones que se acabó su tiempo, que es ridículo el espectáculo “electoral”, que ya nadie cree en su juego de perpetuación de privilegios. Es hora de luchar sin exponernos, y eso se hace no votando. El mensaje es tan poderoso o más que el sufragio en estas condiciones de lo que queda del “país”. Renovarse o morir. Si hay que morir, esperemos que, como en todo naufragio que se respete, las ratas y las cucarachas salgan primero, es decir, los políticos. Cuando las instituciones ya no representen un NEGOCIO para ellos. Entonces habrá ciudadanos, patriotas que quieran servir a los demás con una enorme dignidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Desgraciadamente la gran mayoría nos quedamos en la capacidad de asombro y podemos traspasar acaso las otras dos pero al llegar ala ùltima no nos ponemos de acuerdo, finalmente estamos tan ocupados en "sobrevivir", en conseguir las metas consumistas que definen nuestro "éxito" que la razón queda sin prioridad a menos que sea "productiva" en la obtebción de recursos económicos para seguir comprando, pagando, usando.....
pasar de la organización a la acción es un paso que atraviesa el abismo de las voluntades, voluntades debilitadas por el nihilismo que enferma dia con dia los descorazonados y desilusionados seres vivientes llamados ciudadanos