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¿Tenemos el poder? ¿Tenemos las ganas?

¿Tenemos el poder? ¿Tenemos las ganas?
Si es cierto, como pregonaba el Instituto Federal Electoral en la anterior elección, que la ciudadanía tiene el poder, y que era necesario votar porque los diputados deciden a donde se van nuestros impuestos, ahora es el momento de comprobarlo. Farsa o no, el ejercicio electoral se llevó a cabo. Toca ahora a la ciudadanía darle vuelta al engranaje, presionando a nuestros representantes para que se lleven, o no, a cabo políticas que a todos nos conciernen. Es el turno de los ciudadanos, de todos nosotros, y el pretexto lo tenemos a la mano: la reducción del presupuesto en el gasto educativo y social. Nos corresponde a quienes estamos subidos en el barquito, darle indicaciones al capitán y a la tripulación, decirles que no estamos de acuerdo en que se navegue entre escollos, y que no queremos, de ninguna manera, un recorte al presupuesto que afecte el área educativa, académica, cultural y social. Opciones viables para reconducir la economía las hay. Los expertos lo saben. Pero, insisto, nos toca ahora a nosotros demostrarnos y demostrarle al mundo, o no, que en México existe una verdadera ciudadanía, que en Hermosillo los deudos del incendio de una guardería no cejan de exigir justicia. Hagamos de Hermosillo un ejemplo a nivel nacional. Tenemos que exigir a nuestros diputados, hayamos o no votado por ellos, que el recorte que busca el gobierno federal debe ser por otro lado, y debemos exigirles que busquen por dónde, ese es su trabajo. ¿O es que siempre la ciudadanía va a mantenerse pasiva ante las decisiones políticas que nos afectan de manera considerable? ¿Qué armas y herramientas tenemos a la mano? Tenemos ahora, afortunadamente, la Internet, una red que puede establecer lazos y formar comunidades virtuales que se informen y expongan sus puntos de vista. Tenemos el doble discurso del gobierno y sus instituciones de su relación con los gobernados. Tenemos la palabra y la crítica fuera de toda ortodoxia. Y, según el IFE y las instituciones del Estado, tenemos el poder.
La soberanía, ese concepto tan traído y llevado durante el siglo XIX, y motivo de estudio de investigadores sociales, es ni más ni menos lo que le falta a este país. De éso, no tienen la culpa sus gobernantes, casi siempre corruptos y personalistas, sino los ciudadanos, nosotros. Si en esencia la autoridad suprema del poder público radica en “el pueblo” o en los “ciudadanos” (palabras que afortunadamente ahora incluyen a una mayoría de los habitantes del país) es el momento de ejercer y demostrar que eso puede ser cierto. Que ahora se levanten las plumas (o los dedos sobre la tecla) de aquellos que no están de acuerdo en el recorte presupuestal que se pretende contra las universidades, los programas sociales, la educación pública y la cultura del país. Digámosle a nuestros representantes que queremos que nuestros impuestos sostengan la educación pública y no la corrupción, la asistencia social y no el rescate carretero, la creación de empleos y no la militarización del país, el apoyo a las artes y la cultura y no el rescate bancario, la investigación científica y humanística y no los altos sueldos que ostentan esos mismos representantes.
Sea este texto una primera propuesta para la elaboración de un documento que les exija a los poderes del estado cómo queremos que se distribuyan nuestros impuestos, por supuesto, dando alternativas a solucionar los problemas.

Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com
30/07/2009

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