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No más héroes por favor…

No más héroes por favor…

Mi amigo enemigo
De la corrupción
De puro coraje
Ora es senador
Jaime López.


Dicen que cambiaron el y al sistema. Dicen que gracias a ellos la democracia es mayor. Dicen que la izquierda pudo competir civilizadamente en las elecciones, gracias a su intervención. Dicen que nunca había pasado algo así y que nunca pasó después. Dicen que tienen la neta. ¿Quiénes son? Son los jóvenes del ’68. En ese año ellos tendrían entre 14 y 30 años; ahora, tienen cerca de 45 más. Si no cambiaron el sistema, si se integraron en él. Poco después de ese “fatídico” año. Fueron los beneficiarios de la “apertura” echeverrista. Por eso le llamaron “la apertura democrática”. Ellos crearon un mito que se consolido en pocos años. Un mito cuya consigna era no olvidarse, y que sin embargo, ellos dejaron olvidado en el solar de la confort-midad. Ellos, que se organizaban en asambleas democráticas, crecieron laboralmente en la verticalidad del poder. No se atreven a cuestionar el sistema, porque no hay nada que cuestionarle, todo está bien desde que ellos cambiaron el mundo. Y si está mal, no importa, que lo arreglen quienes están involucrados… ellos ya hicieron lo que tenían que hacer. A nosotros, los nacidos durante los siguientes diez años a ese “fatídico” año, nos llamaron la generación x, debido a lo complacientes que nos sentíamos con el mundo que ellos nos heredaron, un mundo bastante confortable. Crecimos con la consigna de no olvidar su movimiento, la reclamábamos como nuestra, aún sin haberla sentido en carne propia, pues nos tocó la desfortuna, de nacer después. Sin embargo, olvidamos la consigna. El referente dejó de significar algo. No por el cambio de las ideologías, experimentado a finales del siglo XX, sino porque nos dimos cuenta, porque los conocimos y los conocemos, que la práctica discursiva de la juventud es sólo eso. No es un ideal. Es un proceso etareo. Si eres joven y rebelde está chido, pero con los años maduras, y la rebeldía, que en los años mozos decían que era un modo de vida, quedó, al igual que la consigna, olvidada. La madurez los llevó por los caminos institucionales: “hay que hacer las cosas por la derecha”. Nunca se dieron cuenta, o a lo mejor sí, de que sí podían cambiar el mundo. Ellos tenían el poder. Pero no lo cambiaron. Lo dejaron igual, nomás que más repartido… entre ellos. Como criticaron tanto al poder, cuando lo tienen no saben como usarlo, ni para qué sirve ni cuánto cuesta. A veces ni siquiera saben que lo tienen. La “apertura democrática” los estandarizó. Se formaron al más viejo estilo priista. Pero no importaba, ya estaban adentro. Y habría que seguir las prácticas de papá gobierno. “No se puede mamar chichi y dar patadas”, decía mi tío Ramón, ingeniero que construyó muchas de las carreteras del estado de Hidalgo. Un priista de hueso colorado. El mundo no cambió, por lo menos no para bien. El mito se difumina con la aceleración del tiempo histórico de las conciencias. Y aparte, ellos siguen enseñando el cobre.


Héctor García Montiel
hegarmon@yahoo.com

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